Posibilidades en la sombra (fragmento)
Tal vez puedas encontrar una fe que no
sea religiosa ni circular. Tal vez
la energía de los veinte años proceda de la
deriva, de la ausencia de tiempo. Los contrarios
tienen algo en común: un río no es lo
contrario de una cereza, como una
montaña no es lo contrario de la tristeza
que nos llena al coronarla. Tal vez la
semejanza entre un río y una cereza
esté en la tristeza que nos llena al coronar
una montaña y mirar lo que hay al otro
lado: un río, o un valle, o una persona
que se aleja; y la semejanza entre un río
y una montaña tal vez esté en la cereza
que nadie ha visto nunca, al otro lado
del río, entre otros árboles.
Esa cereza
tiene sentido. El sentido
de esa cereza está en que no
la vemos. El sentido de tus ojos
está en tu boca, como el sentido
de la espera está en la posibilidad
de que no suceda lo esperado. Hay
una foto de una silla tirada en un
jardín y no sé por qué pienso en esa
cereza que no vemos,
que solo está
entre los árboles de mi imaginación,
como
tus ojos o sus efectos o
la posibilidad de tocarte o de entender
algo. Cada vez que miro el río
o nombro una cereza, pienso
en el lugar donde sucede el lento
encuentro con uno mismo. Ésa
tal vez sea la diferencia que hay entre
nosotros. El río
se encuentra consigo mismo en una
nube, una cereza se encuentra consigo
misma entre tus labios y en mi imaginación,
una silla caída se encuentra con su foto
en un jardín que no vemos y yo
me encuentro conmigo mismo cuando
te miro y nombro. Hoy el sol se ponía
al final de la calle y tú me mirabas
y escuchabas como si las posibilidades
de vivir no fueran ilusorias, un producto
de la imaginación y el mito como el sol
y los ríos y tus ojos que no sé qué veían
esta tarde, ni dónde estabas tú.
Tal vez tu padre sepa
hacer cosas con las manos. En
ese caso, nos podría construir una casa
de madera. Tal vez tú recuerdes las
manos de tu padre. La casa tiene manchas
de sangre. Tal vez esas manchas de sangre
tengan que ver con tu concepto de eternidad.
Mi concepto de eternidad tiene que ver
con las manos de mi madre, con unas
manos que no sabían hacer cosas,
sino
señalarlas y cambiarlas de lugar.
Ahora estamos juntos en un
autobús lleno de gente y tú no me crees
cuando te digo que nombrar las cosas
equivale a tenerlas; no te das cuenta de
que si no las tenemos, es porque
no sabemos nombrarlas. Dices que la
palabra lluvia no moja y yo
veo que la palabra lluvia moja,
la palabra ojo mira y la palabra beso
cambia las cosas de lugar y nos
desplaza en el tiempo. Dices
que las cosas se nombran con la
voz y yo oigo que lo dices
con palabras.
Cada vez que encuentras
algo, cambia tu concepto de búsqueda. La
belleza no se encuentra buscando la belleza,
sino buscando la verdad. Ahora estamos
juntos en un autobús vacío y quiero
recorrer el mundo buscando nuevas
formas de belleza. No me he aburrido
de las antiguas, no me parecen gastadas,
no necesito nuevas formas de belleza;
el deseo es lo contrario de la necesidad,
dos líneas paralelas que se encuentran
en tus ojos
cuando miro tus ojos
y desaparecen la necesidad y el deseo
y tus ojos y solo queda una sensación de
pérdida, de encuentro, de pasado y destino
y promesas que tal vez se cumplan al aprender
a nombrarlas.