Dos poemas
bienaventuranzas
Me gusta la sensación de la mano de mi abuela
mi mano en su mano
grande fuerte piel gruesa pero suave
el borde del abrigo de cada una
el mío el escocés de cumpleaños
el de ella paño negro
mi abuela siempre viste de paño y huele a café y a crema Palmolive
dice: hay que madrugar a ver a Dios
no se duerma en la misa
son las siete de la mañana de cualquier domingo a mis diez años
mientras el cura habla del evangelio mi cabeza
vuelve a apoyarse sobre su hombro
me da un pellizco pequeñito no quiero
ver a Cristo morirse otra vez
¿cuántas veces?
las que sean necesarias
Escuchar de Cristo que sabe que va a morirse y entonces
se vuelve pan o el pan es su carne y el vino
es su sangre o la sangre
sabe un poco dulce
como el coctel de año nuevo que probé a escondidas
para pasar los tragos amargos
o como cuando uno se queda chupándose el dedo luego de pincharse
ese debe ser el sabor de la sangre de Cristo
Agacho la cabeza arrodillada
ojos cerrados pero: trampa
me asomo y Cristo ahí
no puedo imaginármelo como pan
no puedo ver en él lo blando del pan
y a lo mejor eso es lo que le hace falta
a su carencia de centro suave
solo es corteza de pan francés que lleva todo el día en el mostrador de la tienda
me río nerviosa y mi abuela me mira
regaño entre las dos cejas
me gustan sus cejas van bien
con su cara toda ella
es fuerte
pero no dura
Esperamos sentadas mientras dan la comunión
ese no pan carne de Cristo
y ninguna va por él
ella porque no puede: algo malo que hice
algo que no me van a perdonar pero no
está triste cuando dice eso
no creo que pueda ser algo tan malo no
creo que haya hecho ya muchas cosas buenas para borrar
lo oscuro que dice: no
suspira y a lo hecho pecho piensa
El cuerpo de Cristo que llaman hostia me hace pensar en una arepa
de esas que haremos luego de la misa cualquier domingo a mis diez años
junto al caldo
no hay condena posible más que la espera a que esté listo y se ase la masa blanca rellena
de queso
Ojalá esta fuera nuestra misa e hiciéramos como los vecinos cristianos que cantan
todo el día
e invitan a la gente a comer a su casa
A la masa blanca le quedan pequeñas manchas
negras y cafés
en los lugares donde ha recibido más calor
cuando las comemos
ninguna de las manchas importa
dos
un sistema de placas son dos cuerpos que tratan de encajarse quizá antes alineados o antes un mismo cuerpo ahora dos o más tornillos hacen falta acero inoxidable en esta osamenta fallida que requiere de costuras el quiebre no puede seguirse abriendo o se van a desgajar las partes primero el brazo luego la mano y todos los dedos y todos sus huesos se irán separando como todos los cuerpos del universo se separan
acero inoxidable
o línea de oro
podemos decir reparar decir falla decir error y cuidado pero nada sucede sin que la línea dorada recorra la fractura el accidente es parte del proceso es el paso primero para después cuerpo contra cuerpo limpiarles los bordes ensayar el ensamble y si sucede entonces resina tiempo polvo de oro tiempo reparación resina sólida oro vivo
todo se oculta antes de ser revelado
incluso lo que no me dices
incluso lo que no conozco
Variación cuarta: sistema aislado
Nada. Nada para no ahogarte. Nada. Flota. Nada flota. Una piedra pequeña crece en el estómago y se vuelve río. Se extiende. Ese mismo estómago, hundido, amenaza con revertir el proceso, sacar a la piedra como un bolsillo que se voltea para encontrar la última moneda. Amenaza con salirse por tu boca, y ¿se hará revés todo tu cuerpo? Levántate, levántate, y no, no sales de esa cama de la cual ya debe desprenderse un hedor, piensas, te imaginas a los otros habitantes de tu casa evitando pasar por tu puerta para no percibirlo demasiado, pero es inevitable, se tapan la nariz y comentan bajito, tratas de ocultarlo. ¿Cuáles habitantes? Levántate, báñate, establece una rutina. No. Al menos come. No, la piedra, la piedra también se alimenta y si crece no vas a poder volver a levantarte jamás. Renuncia. ¿A qué? ¿Y si duele? Tú eres cobarde para el dolor y al tiempo lo necesitas, pides, apenas lo justo para saber que estás ahí. Un mensaje de texto indescifrable. “Por reposición de tiempo te han sido concedidos dos minutos”. ¿Para qué? Tiempo materia. Tiempo chicle. Tiempo bola de masa de brioche en la mano y la amasas y la extiendes. Masa que se resiste y hay que golpearla contra el mesón una y otra vez. Tiempo línea irregular, la doblas y es círculo, espiral. Siempre vuelve. La puerta cerrada y oyes pasos y te imaginas que tanta ausencia va a llamarlo como la carne a los perros, carne viva dicen, carne las heridas abiertas. ¿A quién? Pasa saliva. Tienes la boca seca pero por eso mismo salivas y salivas y saliva en todas partes, dicen que eso cura, dicen que ocho vasos de agua al día, dos litros, ocho litros, un mar al día pero no te calmas y por eso tu espalda no puede acomodarse bien. Flota: esta vez te das la orden a ti misma pero el colchón crece a tu alrededor y el edredón de plumas es la estepa siberiana, es la nieve de invierno el día de tu cumpleaños, sacas la lengua y el copo que cae también se hace saliva, es un recuerdo feliz que de repente se corta como la escena de Cinema Paradiso donde se incendia el rollo de película pero acá es como dicen: el frío quema. El recuerdo del otro invierno, ustedes, los dos sucios y tú insistes “llevamos mucho tiempo en esta cama” y te responde que se bañen y se bañan juntos y quieres tanto esos dos cuerpos solos cubiertos de la misma agua pero nunca dos copos de nieve son iguales. La pista de hielo de Bryant Park. Suena una canción en uno de los puestos de la feria navideña. Adele. Qué forzado. Y no. “We could’ve have it all” y te dice “es nuestra canción” y tú te ríes y lo abrazas pero sabes que esa no es la reacción correcta. Kinokuniya. Te quitas los zapatos porque los sientes mojados y corres por los pasillos de la librería en medias. Él te compra una serie de cuentos ilustrada, “feliz cumpleaños número veintiuno”, y tú lo besas y él responde, nunca falla. La prolongación no satisface a ninguno. Se quita. Te pones los zapatos y van a la fiesta de su amiga. Tú quieres que te diga: también vamos a celebrar tu cumpleaños. Después de todo es diciembre. Todo el mes es tuyo. Ella apaga la única vela sobre su bola de helado, “vamos por cocteles”, él gruñe y tú sonrisa toda, espalda recta, te acomodas como si fuera posible ajustarse. Nada. Nadan peces en sus bocas, lengua, pecera gin-tonic, nadan peces palabras que se agotan en movimiento. Escupe y la nieve se derrite en ese pedazo, blanda como el cobertor, párate, lávate los dientes, ponte debajo de la ducha. Déjate. Nada.
Poemas del libro Pan piedra, ganador del concurso nacional de poesía María Mercedes Carranza, a ser publicado en una coedición de las editoriales Luna Libros y Cardumen.