Caras de luna llena

Kinga Tóth

Nota y traducción de Óscar Pachón

 

Kinga Tóth, poeta y novelista nacida en Hungría que reside en Berlín y Budapest, alterna la escritura con las artes visuales y con su proyecto musical postpunk Tóth Kína Hegyfalu, iniciado en 2011. Ha publicado seis libros de poesía autoilustrados y la novela Moonlight Faces (2017), ganadora del premio Hazai Attila 2017. Ese mismo año participó en el International Writing Program de la Universidad de Iowa. Su trabajo literario, en húngaro, alemán e inglés, ha aparecido en revistas como Poetry y Lyrikline.

Tóth considera sus textos como organismos vivientes complejos (living text bodies) en los que se conjugan lo lingüístico, lo sonoro, lo visual y lo performativo con el cometido, que ella identifica como función principal, de generar un impacto multisensorial. En esta poética la riqueza de la convergencia cobra sentido cuando se articula en torno a la dimensión política del mensaje.

Partiendo de entrevistas e imágenes diagnósticas, la autora escribió Moonlight Faces, una novela en fragmentos con subtítulos contada desde la perspectiva de pacientes afectados por enfermedades autoinmunes que, a raíz del uso excesivo de cortisol, empiezan a sufrir del síndrome de Cushing, caracterizado por la apariencia redonda de la cara, síntoma conocido coloquialmente como “cara de luna llena”. Los narradores revelan el dolor físico y sicológico a través de un discurso urgente, de desgarradora impotencia, rico en alucinaciones y directo que responde a su necesidad de contraponer la experiencia personal al paquidérmico accionar del sistema médico, así como a la objetivación propia de su discurso. Las elucubraciones se cimientan en una pulsión de extrañamiento y desarraigo que refuerza la sensación de estar en presencia de una amenaza latente difícil de identificar.

El fragmentarismo de la obra, concentrado inicialmente en la abundancia de subtítulos, se refuerza con la presencia de oraciones cortas y de formas verbales no conjugadas, especialmente gerundios. Este no es un rasgo confinado al ámbito formal, pues constituye la alternativa de expresión para un conjunto de voces que denuncian la inexistencia de certezas sobre su propia salud. El dolor se manifiesta a través de la interacción del cuerpo con texturas, olores, sabores, colores y sonidos, siempre sobre un trasfondo de impotencia, equiparable a la sensación de un funámbulo que cae.

La intención que me guió como traductor fue preservar la angustia de las voces, su lucha por rebelarse, minada sin embargo por la influencia recíproca entre el malestar físico y el deterioro sicológico, que a la postre resultan en una espiral de destrucción indefinida.

Espero que la traducción esté afincada en la heterotopía del texto original, espacio que sirve como plataforma desde la que se merodea y se cuestiona la obviedad.

 

 

CARAS DE LUNA LLENA

 

SEÑORA (I)

Abrigo rojo, como el del linóleo, no, eso era en la habitación. Este linóleo es verde, verde marrón y está agrietado en varias partes. No, eso era en otro edificio. Aquí piso de tierra. El baño sin baldosas y en el aire el olor de Palmolive, el que uso aquí. Tapa azul, de leche, pero sin almendras, para piel sensible. Puntos rojos en la espalda, del Medrol. Soy alérgica al sol. Sensible a la luz, no puedo exponerme al sol. Con ropa negra y despeinada, soy un vampiro. Leer bajo un árbol en la playa, necesito aire fresco, me hace bien.

La mujer nada y hace estiramientos en la piscina, le ponen pesas en los brazos y las piernas para hacerlos más resistentes. Desfallecen de vez en cuando. Lanza su cuerpo contra la pared para evitar la caída. Se lo dijeron hace algún tiempo. Conmigo no se sabe, no soy un caso totalmente claro. Podría ser Bechterew. Es su opción favorita, aunque los resultados hayan salido negativos. Me dieron un nuevo medicamento que me puede producir cáncer. Enferma en la cama ahora, no puedo leer los efectos secundarios, tomo todo lo que me dan para irme a casa pronto. Eso me produce alergia al sol, el brote rojo es consecuencia del Medrol. ¿Alguna vez han visto un vampiro lleno de ampollas, con cadenas y botas, sentado bajo un árbol en Balaton? ´98-´99, dime algo mejor, Twilight.

 

OTRAS SEÑORAS

Esta anciana tiene una bolsa que se llena de sangre tres veces al día. Se la remplazan y ya, debe continuar descansando. Le dijeron que va a parar, pero no la dejan salir y el médico no la ha examinado, aunque ella le pagó. Le cambian la bolsa y ya, tiene que descansar. Hay algo que no está bien, ¿por qué está sangrando? Ha estado aquí por diez días, exámenes, terapia intravenosa, catéter a la vejiga, pero no le dicen nada, solo remplazan la bolsa. Ya tiene agendada la operación, pero alguien (¿la señora del aseo?, ¿la enfermera?, ¿mi mamá?) me contó que alguien que sangra tanto por lo general se muere. Esta anciana se va a morir.

Pero no la mujer del perfume. Se ve bien, como para irse a casa. Quizá te dejen ir, pero todo el mundo regresa en algún momento. Querida, no lo tomes a mal, pero quisiera no verte aquí durante un buen tiempo, aunque deberías venir para los chequeos por lo menos. Eso me dice el médico mientras fumamos juntos en el balcón. Más tarde se enoja conmigo por llamarlo a su celular, no cree que sea una emergencia, pero sí lo es. Lo contacto antes de pedir la ambulancia, algo no está bien, esta vez lo siento en los riñones. Me receta el medicamento para el cáncer otra vez –solo me doy cuenta después de que lo compro—. No me lo pienso tomar.

 

AGUJA MARIPOSA

Quiero la aguja mariposa, las venas están amoratadas, endurecidas. Medio dormida, me reviso la parte interna del codo, palpo la piel con suavidad. Está sensible, toco una pulgada más arriba. Si no siento el plástico, no estoy en el hospital. Cuando duermo en pijama de manga larga, halo las mangas hasta las manos y las agarro con firmeza. Si la cánula está adentro, envuelvo la sábana alrededor de mi brazo y me convenzo de que es mi pijama. Me llega hasta las manos –no estoy aquí—.

La aguja mariposa no se me atasca en las venas, sale después de la infusión. No se quiebra, no se sale. No causa hemorragia y la cicatriz es pequeña. Funciona bien con la mano, pero no con la parte interna del codo. Le temo mucho al antebrazo, la flexión suave. Duele cuando está ahí, a cada movimiento. Un tubo plástico se desliza a través de la vena, los químicos entran por él. Si se devuelven y entra una burbuja de aire, yo podría morir. Nunca llegan a tiempo, la cámara de goteo se enrojece, mi compañero de cuarto me muestra cómo escurrir la manguera en caso de que no reaccionen a la alarma. Si se irrita el brazo y me empieza a doler, lo puedo sacar.

Agarro la aguja mariposa, todas las venas explotaron, me dicen que están completamente inservibles. Me llaman Piel de Caucho, la aguja casi no entra, mis venas son complicadas, difíciles de agarrar. Ella desliza la aguja en círculo sobre la piel en la parte interna del codo, siento la punta buscando la vena. Ya detente. Lo digo en voz alta. Cómo quisiera tener por lo menos una vena buena para las enfermeras, para que no me odien. Me hacen sentir que fracasé.

 

BURBUJA

Rosado para chupar, negro y verde para bombear. Chupa las dos ampollas, extrae la burbuja de aire, presiona con suavidad, y entonces cambia la aguja. Flexiona una rodilla, pon la otra detrás. Apoya el pulgar en el hueso coxal, mantén extendido el dedo corazón – así es como siempre se mide–. Dos tercios es suficiente. Primero, introduce la aguja un poco; si no sale sangre, introdúcela más. Si sale sangre, busca un nuevo punto. Veintidós milímetros, el tamaño de cualquier bebé. Tengo un quiste, las paredes están escleróticas, éste es mi embrión. El otro está en los ovarios; es más pequeño, pero también más desagradable, no quiere salir, está pegado allí. Si no se disuelve, tendrán que sacarlo. Es del mismo tamaño de las burbujas de aire en la jeringa cuando se unen antes de que yo pueda introducir la aguja.

 

LEVITACIÓN

Tranquila, por favor, la tripulación traerá el carrito de bebidas. Es normal que tengamos un poco de turbulencia, estamos sobrevolando una tormenta. Relámpagos debajo, no algodón de azúcar. Todo vibra, como cuando uno tiene fiebre. Después la agradable levitación.

No me van a llamar para el ultrasonido, aunque ya me lo hayan ordenado. Me estoy deslizando de la silla, sonriendo, hablando con lentitud, en voz baja. Veo el rostro de mi mamá, el miedo se convierte en ira, va a armarles un escándalo a los médicos. Solo digo vámonos, no entienden, no tienen ni idea, aquí me voy a sentir peor. No deberías confiar en la gente, solo en las paredes –las paredes siempre están allí cuando estás mareada–. La gente tiene un ritmo propio al que te tienes que adaptar, y no hay tiempo para eso. No hay tiempo cuando estás enferma.

Encuentra el muro. Según mi mamá, es lo que susurro cuando salimos, y me niego a tomarla del brazo porque se van a dar cuenta. Te puedes apoyar en un muro con discreción.

 

BUCEO (I)

Me aprieto la nariz entre el pulgar y el índice, las fosas nasales cerradas. Soplo hasta que los oídos totean. Solo un zumbido del izquierdo. Tengo que ejercitar más la válvula, o podría perder el equilibrio. La válvula no cierra bien. Me lavo el pelo en el lavamanos, menos riesgo de que algo entre. Me agacho, me aprieto la nariz. Martillo-yunque-estribo. Me pongo una almohada con sal debajo del oído y me recuesto de medio lado para que salga el agua. Pero está atrapada. La drenan, me dan un tapón y una crema. Pimafucort, con Hidrocortisona, Natamicina y Neomicina –tengo dieciséis años y me río de los nombres–. Me suenan a vagina. Después de regresar del otorrinolaringólogo, me reúno con los demás en el bar, hoy no tengo que volver al colegio. El cabello casi me llega a la cintura, con él me cubro las orejas, y miro con mucha atención. Los ojos de Bambi nunca fallan.

Más tarde, de regreso a la habitación, me mareo, tengo que hacer el truco para que los oídos me toteen.

En el lago, aunque me ponga tapones, se mete el agua. Entra por el espacio entre los huesos, llega a la cóclea y me produce mareo. Todo tiene un sonido ahogado, el carro, la gente que me habla. Como en la bañera, cuando metes la cabeza en el agua e intentas hablar –así me suenan–. Estoy en el fondo de la bañera, y ellos intentan sacarme.

 

BUCEO (II)

Trajes de baño rosa neón, púrpura y verdes, cordones blancos al frente. Sus muslos son velludos. Es lo que puedo ver cuando me sumerjo. Nos están empujando a la piscina uno por uno, el instinto de supervivencia activa las manos y los pies. Todavía no me están buscando. Las piernas del entrenador de natación se mueven como las de un sapo, con fuerza, pero sin desplazarse hacia delante o hacia atrás. Muy probablemente él fue quien me sacó del agua, no estoy segura, desde entonces no he podido volver a la piscina. Ni siquiera puedo tomar clases de natación en el colegio. Aunque no hubiera más que una sola bacteria E. coli en la piscina, seguro te va a encontrar, casi siempre te ocurre, me dice mientras me introduce la aguja en el muslo. Me pongo tensa cuando me toca, me palpa la pierna buscando un punto para la aguja. Por ahí entra la B12, luego los refuerzos para el sistema inmunológico. En cierto momento, la aguja se rompe dentro de mí. El entrenador humedece el área con un espray, lo intenta de nuevo. Muy terca esta niña, no se relaja, aunque sabe que así duele más. Cuando crezca, solo me van a inyectar en las venas o en las nalgas, las nalgas nunca duelen –no voy a permitir que me vuelvan a tocar las piernas nunca más–.

 

PIEL

En el techo de la boca, un pequeño cono blanco lleno de líquido. Lo muerdo, mastico hasta que se revienta, el jugo sale, está frío por dentro. Sabe al fluido de una herida, al pus de una ampolla. La piel está rasgada, se descascara, deja una gruesa capa amarilla. No queda nada más para masticar. La peladura más grande es del tamaño de una moneda de cincuenta centavos, entonces se expande hacia el otro lado, casi hasta llegar a los dientes. Debajo de la lengua, en los nervios, parches amarillos y pequeños puntos blancos. Hasta que tenga una nueva capa de mucosa, lo único que puedo meterme a la boca es un pitillo. Así bebo – yogur, agua, jugo de tomate–. El tomate reduce la inflamación, la sal compacta la mucosa. La biopsia revelará la causa, ponen muestras diminutas de tejido en un tubo de muestras. Una blanca, una amarilla, no se conocen los resultados. La composición de la nueva piel es desconocida.

 

POLLOS

Los pollos están caminando sobre mí, rasgándome la piel con sus garras, me salen bolitas blancas cuando tiemblo. Puede ser síndrome de hiper-IgD, fiebre, una alergia, no saben a qué corresponden los síntomas.

Los pollos se están acercando, me arden los muslos, dos franjas rojas, como tajadas de jamón, rojo brillante, los pollos se están acercando. Quieren picarme la piel, grito, cada vez más fuerte, están rasgando las costras. Los efectos colaterales duran mucho tiempo, no puedes tomarlo, tu cuerpo, las drogas, quién sabe cómo reaccionarás.

Quiero el sándwich, tengo hambre, hay conos de seguridad en la vía. Todavía a dos horas de casa, mañana hay clase de historia, todavía no me sé lo de Hungría. 1920-1930, Károlyi, el prefascismo, el ascenso del nacionalsocialismo, mi libro de historia en el regazo. El sándwich está palpitando, adentro el queso vibra, tengo los dientes afilados. Voy a arrancar la mitad de un solo mordisco, sin policía, sin inspector, destrozo el queso. Los conos fuera de la ventana son amarillos, pero ya salimos de la ciudad, no hay señales de tránsito aquí, ni accidentes. Mañana lo voy a saber todo, me voy a sacar un cinco, toda la situación de la política interna y exterior, 1920-1930, Károlyi, los nazis.

 

CARRUSEL (I)

Quiero montarme en el caballo, no se mueve, está petrificado. Una barra que lo atraviesa lo conecta a la parte superior de la carpa. El carrusel es lento, no me voy a marear, escudriño el parque, los carros chocones dan vueltas. Se ve borroso, me apresuro a una banca. Nada que temer, pronto va a terminar el tormento, un poco de paciencia, ya terminó. Comienza con la dificultad para respirar. Se me sientan en el pecho, no te podemos dar más antibióticos. Vamos a dilatarte los bronquios, expandirte los pulmones, para que no te ahogues. Ten un poco de paciencia, no te vas a ahogar, no va a volver, ha pasado mucho tiempo, hubo un signo de evolución favorable, estás en buenas manos. Una campana anuncia que está terminando, tres rotaciones más, cada vez más lentas. El caballo está cada vez más flojo, las patas no están fijas, yo caigo.

 

VASO PARA CEPILLOS

Por el hospital vagan fantasmas de niños que nos cuentan cómo fueron encerrados en los armarios. Se llevan el teléfono que está junto a una de las camas, la de Kataton. Yo la conozco, tenemos vasos para cepillos de dientes similares, puntos blancos, grises y azules. Remplazan los cepillos cuando éstos desaparecen.

 

PRENSA

El timo desapareció, ya no va a causar más problemas. Las similitudes entre casos no son motivo de preocupación.

Esta cama está más cerca del radiador, tengo la cabeza tibia, aquí no me va a dar fiebre. La ropa de cama es vieja, pero no la misma, las sábanas no son las mismas, la cama no es la misma. Sin inhalador. Imagino que estoy en una prensa, estoy en una prensa como la bailarina en el poema. La prensa me sujeta el pecho por delante y por detrás, es adelante donde se siente primero. Theospirex, Bronchowaxon. La gente con enfermedades autoinmunes no puede tomar Bronchowaxon. El broncodilatador ayuda con la respiración, el refuerzo del sistema inmunológico activa los anticuerpos. En Once upon a time…, un grupo de anticuerpos con ropa blanca y cabello crespo se precipita por los vasos sanguíneos, detrás de los malos. El cabello de los malos también es rojo, y puntudo, fino. Pronto voy a ser un anticuerpo, mi boca va a ser un cubo cuando devore a los malos.

 

REY SILENCIOSO

Hablamos durante dos minutos exactamente, no más. No tengo síntomas aquí, los demás en esta mesa no saben nada sobre mis síntomas. El clima es agradable, estoy morena, solo tengo puestas una falda prensada y medias veladas. No hablamos antes de las cuatro y media, luego vienen a examinarme. Sangre bien, orina bien, materia fecal bien. Bien, bien, bien, hablamos durante dos minutos exactamente, luego el termómetro sube. 35.8 °C, te está bajando la temperatura, el digital no es confiable. Cuando me ponga los tapones en los oídos podré seguir jugando, les digo a los demás que tengo los tapones puestos, no puedo escucharlos. Bien, bien, bien, el diablo está en la trampa, jugamos al rey silencioso, el que hable primero no se puede dormir, no se puede ir.

 

CIGARRILLO

Tengo cuatro cigarrillos, me los meto en la bota, se los doy a los demás, nadie creería que está permitido. Solo una calada puede ser mortal. El síndrome de hiper-IgD no causa muerte inmediata o instantánea. Se va acumulando en los órganos. La fiebre constante agota el organismo, causando un estado de fatiga prolongada o incapacidad. Experimentas la hipo e híper actividad simultáneas del sistema inmunológico. Las operaciones pueden causar alucinaciones y un estado de delirio, no se conoce ningún tratamiento, no se conoce ninguna cura, no se conoce el desenlace de la enfermedad. De repente, solo hay uno en mi bota, se lo doy a los otros, esa única calada es suficiente, luego el inhalador.

 

ATAÚD

Mis manos están atadas para que no me mueva.  Estoy en un ataúd y no puedo respirar, hay 4-12 horas de aire en el ataúd, depende de cuánto haya sido expulsado. Es muy pequeño, la tapa está muy baja. Es blanco y brillante como en la operación de la nariz. Sé que es una resonancia magnética, pero no me convenzo. Los pulmones no me creen, no dejan entrar el aire, no puedo recordar cuándo presiono el botón.

 

DOMESTOS (ANTISÉPTICO)

Olor a carne fritándose, debes estar aquí, estás segura aquí, nos puedes llamar fácilmente si algo ocurre. Olor a carne fritándose, este cuarto es el más próximo a la cocina, tapo la rendija que queda debajo de la puerta con toallas y sábanas para que el olor no entre más. Carne fritándose en aceite, especias quemándose. Reglas del domingo, limpieza, desinfección, primero la aspiradora y luego el bactericida. El calor mata las bacterias de la carne fritándose. La grasa quemada y el olor a carne invaden el cuarto. Saco el Domestos, el Domestos suprime el olor a muerte. Hago un ambientador con detergente y agua, el detergente es amigable con la piel y huele a rosas. Busco un frasco con bomba, lo lleno del líquido, lo agito como una jeringa, para mezclar bien. Un chorro en el pecho, otro en el muslo, el hígado es más intenso, ahí uso la mitad.

 

CARRUSEL (II)

Si no es el caballo, es el carro, acelerador y freno al mismo tiempo. En círculo van los animales, el carro, te puedes sentar junto al conductor y ver a qué calle retorna. Motor revolucionado, pulso acelerado, partes usadas y abusadas. El carro no se mueve, los dos pedales presionados hasta que explota. Como el purgatorio, dice el escritor, que fue el primero en leerlo, como el carrusel que va en círculos, cada vez con más profundidad, pero siempre en círculos, no hay escapatoria.

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