Fui la sombra de aquel gato

Por Jimena Llamas

Ilustración Euro Montero

Fui la sombra de aquel gato:
entresemana vivía entre ruinas,
los fines de semana se iba al palacio de la abuela.

Con los marqueses
qué cara poner
cuando les escuchaba decir que el casoplón
de la piscina era la casita de invitados.

Con los del barrio
no sabía qué responder
cuando le preguntaban
por qué no tenía pueblo.

Con sus amigos de verano
le daba vergüenza decir
que era bilingüe en inglés.

Le salpicaban los recuerdos del sofá aguijoneado
por las quemaduras de pitillo,
los trozos del muro de casa que se caía,
el olor a azufre,
vinagre,
plástico quemado que subía desde el sótano.

Poco a poco fuimos descubriendo
los secretos de papá y mamá.

Fundida en la sombra del señor gato,
iba descubriendo dónde había crecido,
de dónde venía aquel olor desagradable,
qué llevaban oculto los botecitos al fondo de la nevera,
por qué nadie podaba las enredaderas del jardín.

Crecí entre paredes de plata,
mecheros y polvo.
Aquel olor a rueda quemada
venía del caballo escondido en el sótano.
Y lo que maceraba
dentro de aquellos botecitos
era el aliento a metadona.

Por qué las enredaderas del jardín
crecieron hasta comerse las ventanas,
tapiar los tragaluces,
y extinguir nuestra sombra,
nuestra penumbra,
nuestra piel,
lo entendería más tarde.

Papá y mamá estaban demasiado.
Recorriendo aquel camino lento hacia el
La vida girando alrededor de
Y no pensaban podarlas.

Top