Seis poemas
Fruto previo
1
Comparto mi atención.
Como el primer astrónomo,
anoto los fenómenos
sin saber explicarlos.
Lo demás es sencillo:
se trata de poner
la naturaleza a cubierto.
¿La Tierra no parece diminuta
si se observa de cerca?
Alguien dijo:
tú siempre
con los ciento volando.
Fruto previo a su flor,
mi odio reflexivo.
Luna pálida rosa,
idea que reposa
sobre juncos tangibles.
2
De lo que hemos logrado,
¿qué no ha sido extraído
de la dificultad?
Cuando la palabra fue dicha
como piedra arrojada,
mi pregunta fue esta:
¿en qué malgastaré
mi turno de palabra?
Nos han malentendido
por habernos dejado persuadir
por un instante de frivolidad.
Campo de sembradura,
quisiera hablar contigo
en primera persona
de los milagros,
de la persecución.
Dios bendiga al aburrimiento,
la sobriedad,
sus alucinaciones.
3
La mirada suplica
poder escuchar.
Inundación del área de fractura
Breves erizos verdes,
observo el oleaje de lo alto lumínico,
el oquedal marino de los árboles,
la cúpula conífera
que corona el espacio
con agujas de pino,
el trazo circunflejo
que simula en el óleo
cristalino del cielo
la deriva del ave,
el helecho que anima,
movimiento instintivo,
la ficción de la roca.
Naturaleza,
tú no tienes la culpa
de la pobreza
de nuestra imaginación.
Imaginación
general,
ya casi solo escribo
para rezar
en tu contra.
Contra la oscuridad
El nimbo esclarecido
de la luna de agosto
se transforma en un nido.
Luna llena, rasante
sobre el pinar oscuro.
Si es cierto lo que dicen,
que la muerte se lleva primero a los mejores,
por qué, día tras día, regresa el petirrojo.
Piscina iluminada,
tu superficie tensa
es mi eje de abscisas.
Se entrelazan los planos
como naranjas verdes,
como las rosas blancas.
La luna se dilata en mi pupila.
Pienso en uvas pintadas.
Pentecostés de lo inerte
Todo exceso proviene
de una carencia previa.
Si hemos
de separarnos,
¿aspiraremos
un día
al exacto maelström de las cosas?
Quisiera no pensar en mi vida
para pensar
en la vuestra:
mantened el candil bajo su llama,
células mías.
Contigüidad
Remolino de luz en la ventana.
Parece que no quiere penetrar.
Mientras el tren insiste,
quisiera no pensar
en quién o qué sustenta
la continuidad del paisaje.
Esto
me reconforta:
cómo avanza despacio,
cómo, sin disimulo,
se descuelga del cielo
para quedarse atrás.
Mi frente
es una lente
mientras el tren
avanza.
Intimidad,
me desconciertas:
lo que penetra hoy por la ventana
aspira a un interior.
Parece que no quiere perdurar.
Otro mundo pequeño
Detuve lo demás, para mirar arriba.
Éter húmedo, caos
sin límites, estrellas que circulan
por la sangre. Asuntos de la antigua
tenaz filosofía, intermitente
como el sol en las hojas.
Cuando termina el día
se suceden los nombres
y los números.
Necesitamos música,
nostalgia que presione hacia el futuro,
pero también presencia.
Por eso los miramos fijamente,
objetos que conviven con nosotros
como alumnos
de distintas edades.
Es preciso notar,
pensar en lo sagrado
como pienso en tu ropa,
y el hombre, dijo el Fénix,
es un mundo pequeño.
Tal vez nos encontremos.
Anoto tu contacto
como contacto físico.
Es el haz el que agita
el envés de las hojas.