Paternal (fragmento de texto dramático)

Santiago Loza

MADRE

No podía separarme ahora que te había encontrado.

Estuvimos juntos.

Sé que un hijo no quiere oír, imaginar esas cosas, pero esa misma noche estuvimos juntos, íntimamente juntos. Yo, que había pensado postergar el momento, cuando lo conocí a este hombre no pude.

Podía suponer que tu padre había estado con otras mujeres antes. Pero tuve la fantasía de que era su primera vez y ese pensamiento me puso en un estado ensoñado.

Mi mente armó la ilusión de ser la primera. Porque temblaba un poco, y balbuceaba palabras inentendibles y se desvistió con torpeza.

Creer por un momento que no había nadie antes ni habría después, que estábamos solos, tu padre y yo, sin pasado, sin futuro, sin ropa.

No te avergüences. Nosotros tenemos cuerpo, aunque no nos mires seguido, tenemos este cuerpo que suda y siente. No bajes la vista que hay mucho más.

PADRE

Tenía experiencia; a los catorce mi padre me había llevado a uno de esos lugares. Se usaba en esa época llevar al hijo, iniciarlo en la masculinidad. No lo hice con vos. Preferí evitarte ese episodio, no quise iniciarte, condicionar. Decidí que fueras libre, o lo que puedas, no imponerte la hombría. No sé si estuvo bien o mal, creo que se dejó de usar ese ritual de inicio. Como sea, evité tu incomodidad. La que tuve con mi padre.

Cuando me llevó al lugar, él se quedó tomando un vaso de ginebra, en la barra, charlando con una chica de pelo negro, que le caía por la espalda desnuda y le rozaba la cintura. La chica que hablaba con mi padre tenía un vestido escotado, parecía muy joven y se reía. Yo lo miraba y me preguntaba de qué se reían.

Mi padre no fue alguien particularmente gracioso, casi lo contrario. A mi madre, jamás de los jamases la vi reírse. Apenas una risa discreta, nada semejante a las carcajadas que daba esa chica.

La mujer que mi padre había elegido para mí tenía manos fuertes y me apretó mientras me llevaba por el pasillo. Antes de llevarme, guiñando un ojo, le dijo a mi padre, te lo voy a dejar a punto.

El cuarto era muy chico. Ella se quitó la parte de abajo, pero arriba no, de la mitad para arriba seguía igual. No quise mirar abajo, no tenía curiosidad. Me quería ir, pero temía salir muy rápido y ver la cara derrotada de mi padre.

Como sea, me contuve y pude permanecer un rato largo. También yo después cuidaría la expresión de mi cara. Nunca quise ser un padre derrotado para vos.

Nunca me miró a los ojos, en todo ese tiempo, nunca hicimos “contacto visual” , como se dice ahora. Yo estaba muy mareado, algo excitado, pero el mareo era mayor.

El olor a lavandina era intenso y se mezclaba con un perfume dulce de fruta pasada y había una música repetitiva.

Las sábanas estaban pegajosas y cuando terminó la cosa me vestí rápido y salí como si necesitara tomar aire urgente. Como si me hubiera hundido en un agua densa y necesitara salir a flote. En el pasillo me interceptó mi padre y me abrazó con mucho orgullo y a mí se me hizo un hueco acá, en la boca del estómago. Después fuimos a una estación de servicio y él comió un sandwich pero yo no tenía nada de hambre.

MADRE

¿Estás dormido?

PADRE

En eso estoy.

MADRE

A mí me cuesta.

PADRE

Cerrá los ojos y el sueño viene.

MADRE

Buenas noches, que descanses.

PADRE

Qué duermas bien, nos vemos mañana, cuando despiertes.

MADRE

Dulces sueños.

PADRE

Qué duermas bien y profundo.

MADRE

Te quiero.

PADRE

Yo también.

MADRE

La primera vez que nos peleamos con tu padre fue cuando nos mudamos a la casita en Paternal.

La primera casa que tuvimos. El comienzo había sido ideal y pensé que nos merecíamos un hogar perfecto. Ni bien entramos sentí olor a humedad y me quedé callada y ahí tu padre me preguntó qué pensaba y se desató la tormenta.

A veces la primera pelea encierra todas las peleas del futuro.

Tenía cansancio el día que nos mudamos y la casa estaba en estado de abandono.

Los antiguos inquilinos habían dejado trastos, revistas, cosas inútiles.

Era nuestra primera casa y no tenía ningún aspecto romántico.

Era la casa que pudimos tener en el comienzo.

Una casa con pequeño patio y espacio para que vos crecieras.

Para entender nuestra historia es necesario contarte sobre la primera casa, no creo que te acuerdes demasiado. La primera casa se suele borrar de la memoria o queda pegada en un recuerdo difuso pero crucial.

Quiero que recuerdes esa casa como la fundacional. No quiero hablar de lo que hubo antes, de las casas precedentes, del pre hogar.

Yo quería una vida tranquila y familiar y entramos a esa casa y comenzamos a discutir. Tu padre notó mi decepción y me dijo que no tenía que mirar las cosas tal cual son, sino como serán después de transformarlas. Tenés que mirar con imaginación, dijo, y me ofendió más y creo que grité o levanté la voz. Un comienzo deslucido no puede contener un buen final, creo que dije algo así, ofuscada. Y él me abrazó y me prometió que un día dentro de no muchos días, esa casa se acercaría a la soñada.

PADRE

Te saqué del enojo con un beso y después, te seguí besando.

Como quien lame una herida.

Como un animal arrepentido te abrazaba y entraba sol y la casa entonces no parecía tan fea.

La casa soñada nunca llega, se la construye, se intenta, pero no llega nunca.

La casa soñada no existe.

La familia soñada tampoco.

La primera pelea no fue la única.

Tratamos de que no nos vieras pelear. Evitar la violencia.

Muchas cosas ocultamos. Delante tuyo parecíamos una pareja tranquila.

Es hora de que lo sepas, tus padres no son lo que creías.

Esta es la historia de padres e hijos, los desconocidos de siempre.

A mí me costó armar esa casa, yo que fui un hombre huérfano y amable, tenía una mujer hermosa con un hijo. Yo que anduve tan sólo, de pronto, tenía eso que los otros llamaban hogar. Y ustedes dos, el hijo y la madre, me daban fuerzas renovadas cada día. Esa mujer impredecible, magnética, ocupaba casi todos mis pensamientos.

En el trabajo yo revisaba cajas, marcaba el horario, cumplía, pero estaba siempre ausente, pensando en ustedes. Perdía mucho el tiempo. En las oficinas se pasa el tiempo de manera rara, se conversa, se va mucho al baño, se toma mucho café, se mira por la ventana, un punto fijo, afuera donde están ustedes. Me refiero a tu madre en esa casa a medio arreglar con un hijo creciendo que llora y no tiene consuelo y le contagia a ella las ganas de llorar. Y ambos, hijo y madre, en mis pensamientos, están muy tristes.

MADRE

Cuando naciste tuve una especie de desmayo. Un segundo. Como si por un instante, para darte paso, dejé de ser. De inmediato me recuperé, volví a mí, la enfermera te trajo, te apoyó en mi pecho y te miré. ¿Lo podés entender?

Ahí mismo, diminuto, mojado, con la piel nueva y marcada por la brutalidad del parto, en ese presente, vos eras todo el amor que yo tenía. No lo supe antes. Vos me lo enseñaste. Muchas cosas las aprendí de vos. Era una niña. No sabía demasiado, vos y tu padre me ayudaron, pude aprender.

Ahora mismo, al contarte esto, voy aprendiendo. Mi ser ignorante, al reconstruir un trayecto puede comenzar a entender. En esa cama de hospital, con las sábanas mojadas que se me pegaban, cuando te abracé por primera vez, por primera y única vez entendí todo.

PADRE

En el relato que siempre contamos yo estaba en la sala de espera.

En ese tiempo yo fumaba, y se dejaba fumar en las salas de espera.

Había humo, sol de amanecer entrando por la ventana.

Supongo que no era del todo mentira.

Fue mi forma de incluirme en el recuerdo.

De alguna manera ese tiempo, te esperaba.

Hasta yo a fuerza de repetirlo a veces creo que estuve ahí.

MADRE

Vos preferiste olvidar ese detalle.

Tenías cuatro años o un poco más, yo estaba fastidiada y me preguntaste ¿cuándo vuelve Papá? Y te respondí de mala manera, no es tu padre, no hace falta que lo quieras tanto. No sé por qué tuve ese rapto de crueldad. Se te congeló la cara, te pusiste muy pálido y esos días estuviste con fiebre. Siempre fuiste un poco delicado de salud, frágil. Con el tiempo preferiste olvidarlo, sepultar ese recuerdo.

Te lo recuerdo, me estaba lavando la cara y me preguntaste por tu padre y te respondí. Puede que haya sido demasiado dura con mis palabras, pero preferí no mentirte. Tu padre no es tu padre y vos no sos hijo de ese hombre que vuelve agotado y melancólico del trabajo. No sientas pena por él.

Perdón, no tendría que haberte dicho esa barbaridad.

Perdón, a veces las madres decimos verdades que lastiman.

Perdón, te llevo a la cama y te acuesto y te dormís y mañana será mañana y olvidás todo.

Perdón, pero necesito que lo sepas, tengo un pasado y vos tendrás futuro.

Y los hijos arman la identidad en relación a los padres que tuvieron, por eso necesité aclarar. Por eso necesitaste olvidar. Pero ahora lo repito, tuve un amor del que no quiero hablar, antes de tu padre. Me lo guardo para mí. Vos sos mi secreto, este hombre con el que discuto te cuidó, nos brindó casa y amparo.

No bajes la mirada, tenemos que seguir, no te vayas ahora, tenés que saber más cosas. Tengo un amor tan grande por ustedes, tan desmedido, que se va escapando de mis bordes y lastima. Tengo un alma intranquila e insatisfecha. No sabía que amar podía doler tanto.

Top