Brenda Navarro: “Está bien dejar que el libro sea libro”

Por Mónica Quintero Restrepo

Una conversación con la escritora Brenda Navarro, profesora invitada del MFA en Escritura Creativa en Español en este Spring 2025, sobre sus días en Iowa, el proceso de escritura, sus dos novelas, las obsesiones, la música. 

Foto Daniela Spector

Brenda Navarro se enamoró del río. Es un río que atraviesa Iowa City, que se puede caminar alrededor. Aquí también descubrió el silencio: de pronto no hay ruido, salvo cuando pasa el tren o el viento hace vibrar las ventanas. Ella camina, escribe, escucha. Sus novelas empiezan en obsesiones con canciones. Cuando descubre por qué esa canción que repite y repite la obsesiona, ahí está la novela. Vino por primera vez al International Writing Program de la Universidad de Iowa en el Otoño de 2019. Entonces empezó la novela en la que está trabajando. Regresó en enero de 2025 como profesora invitada al máster de Escritura Creativa en Español. En esta visita terminó la novela. Por lo menos ese primer borrador que ya le envió a su agente y a los amigos en los que confía. Le gustaría que estuviera lista el próximo año, dedicarse a hablar de ella. Dice: “Creo que habla de los mismos temas, pero es muy distinta, y también creo que va a ser una novela menos leída, pero no me importa en absoluto, no es una novela fácil”. 

Siente, también, que con ella ha terminado de hablar de los temas que le interesaban hasta el año pasado, que ahora piensa en otras cosas. Quiere explorar otras formas de lenguaje, de narrar el mundo. Sin embargo, no puede saber qué va a pasar, por experiencia: las otras dos se independizaron, le dijeron, quítate, suéltame, mira cómo voy a ser. Casas Vacías y Ceniza en la Boca siguen haciendo su camino, incluso explorando otros lenguajes: la primera en el teatro, la segunda en el cine, con Diego Luna. 

Porque al final, dice, su trabajo termina y el libro tendrá los lectores que necesita. “O sea, está bien dejar que el libro sea libro”. 

¿Qué significa Iowa City para vos?
Hace unos meses escribí el prólogo para la edición de conmemoración del libro de la tumba de José Agustín, Ciudades Desiertas, y escribí que José Agustín me había dejado ahí algo pendiente, como diciendo, ahí te dejo las ciudades desiertas y a ver qué haces tú con ellas, y yo creo que para mí Iowa ha sido un reto como escritora, nunca había tenido la oportunidad de escribir en tanto silencio y con un tiempo, digamos, exclusivamente mío. Eso ha sido un cambio de chip en mi forma de vivir el mundo. A partir de ahora ya no me voy a permitir que la ciudad en sí misma me interrumpa cuando esté en un proceso creativo. Ahora entiendo que realmente cuando hay un silencio y empiezas a escuchar un medio ambiente tan distinto al urbano, piensas de una forma distinta, vives de forma distinta y respiras de forma distinta. Para mí, Iowa es el lugar en el que he cambiado mi vida como persona, pero también mi forma de concebir el proceso y yo, insisto, se lo debo a José Agustín y a todas las personas que lo han hecho posible, que han sido un montón. Pero realmente José Agustín me dejó ahí como ‘a ver qué haces tú con Iowa’. A ver si me sale bien lo que quiero hacer con Iowa. 

Has dicho que ese silencio de Iowa te ha dejado escuchar otras cosas…
Sí, definitivamente Ciudad de México, que es una de las ciudades más ruidosas del mundo, contrasta incluso en el lugar donde ahora tengo mi vida hecha que es Madrid, en donde también hay un silencio, digamos, impuesto socialmente. Hay ruido urbano, pero nunca vamos a escuchar el ruido latinoamericano, y eso lo trabajé en Ceniza en la Boca justamente con la construcción del personaje de Diego y como él y la hermana, que son personas que se van de México a Madrid, dicen en algún momento “extraño el ruido, extraño la música, extraño eso que tenemos en México y en América Latina de sentir la música, incluso que retumbe en las paredes”. Y aquí el silencio retumba en las paredes, ¿no? Hay un momento que he identificado y es a qué hora pasa el tren, a qué hora las ventanas van a empezar a hacer ruido por el viento, a qué hora las hojas van a chocar con las ventanas. Realmente es la primera vez que estoy tan cercana a la naturaleza de una forma tan consciente y eso me ha hecho ver la forma en la que los seres humanos se pueden relacionar dependiendo el lugar en el que están habitando.  

Frente a ese silencio, está la música, que para vos es muy importante. Vos te obsesionaste con Vampire Weekend para escribir Ceniza en la Boca, repetías y repetías sus canciones —una canción en especial—, y creo que eso tiene que ver con algo que nos has dicho: la importancia de ciertas obsesiones a la hora de escribir.
Sí, aprendí lo de la obsesión en el trabajo literario cuando leí a Milan Kundera, que es uno de los autores que más me marcaron cuando fui joven. Milán Kundera está obsesionado con la vida en sí misma. Eso se refleja muy bien en La insoportable levedad del ser y en La inmortalidad, pero también en su primera novela, La broma. Y me voy a enfocar justamente en esta: hay una obsesión del personaje en algo que le sucedió en su espacio de trabajo y en su espacio político. Él termina en la cárcel por decisiones políticas dentro del sistema en el que estaba viviendo y se obsesiona por 20 años con un suceso que afuera es totalmente insignificante. A nadie le importa lo que pasó, a nadie le importa la broma que él hizo, que lo llevó a la cárcel, y cuando él sale y se enfrenta al mundo real se da cuenta de que su obsesión no le importa a nadie, que ya es anacrónica, que ya hay una levedad en esa obsesión, que él dice, pero si esto ha marcado mi vida. Y a mí me parece que eso lo repite en La insoportable levedad del ser, lo repite en la inmortalidad, o sea, lo repite siempre, la obsesión de esos personajes por fijarse en los pequeños detalles que para las demás personas podrían ser nada: y movió el teléfono y se cayó y se rompió, y lo que podría significar para esa persona a la que se le cayó el teléfono, pues tener que pagar otro, tener que ir a una tienda para reconfigurarlo, esa obsesión por fijarse que son las cosas más insignificantes lo que más le puede cambiar la vida a una persona me parece que es lo importante a la hora de estar escribiendo literatura porque los grandes temas para mí son los grandes temas de los hombres, y a mí no me interesa narrar ni las guerras ni el poder ni las decisiones políticas ni las decisiones de si, nada, no me interesa nada ese mundo. Sé que nos afecta directamente como ciudadanas, pero en la literatura lo que realmente hace que tú te enganches con una historia, que tú puedas ver la condición humana en realidad son esas pequeñas obsesiones.  

Y en ese sentido recojo rapidísimo lo de mi obsesión con Vampire Weekend. Recuerdo que justamente estaba acostumbrada a un tipo de música de Vampire Weekend y cuando me cambiaron la jugada fue como, no, no, o sea, como, no, esto me gusta a mí y necesito que siga teniendo esta armonía, y el grupo cambió justo en esa canción, y me obsesionó tratar de entender por qué, en su proceso creativo. Ellos realmente no hablan mucho de esta canción, pero es una canción que habla de política, mete ritmos totalmente contemporáneos, y hay un palmeo, y hay toda una historia de religión, de política, de posicionamiento como una persona que es Rechtshaid, que es un judío, comprende lo que pasa en el mundo, que realmente yo decía, ¿cómo puede él transmitir algo que es tan relevante geopolíticamente en una canción que además se baila? Y cuando empecé a escribir Ceniza en la Boca no quería hacer una canción que se bailara en absoluto, ni siquiera escribir canciones ni historias alegres que tengan como alegría, pero había algo, como ese sentimiento de contradicción en donde puedes hablar de algo horrible con algo alegre, me tenía pensando, desde que empecé a escribir la historia hasta que la terminé, y todavía lo sigo pensando. Si un día me encuentro a Rechtshaid le quiero preguntar, ¿cómo haces para que cosas que a mí me parecen relevantes políticamente para ti sean un juego a la hora de componerlas con notas musicales. 

¿Cuáles son entonces los temas que te interesan? ¿Cuáles son los temas de las mujeres?
No sé si son los temas de los hombres y las mujeres con esa dicotomía tan fuerte, pero estoy muy obsesionada con la forma en la que Ágota Kristóf vio la vida y la plasmó en la literatura. Ella fue una mujer que tuvo que emigrar por decisión de su pareja. Tuvieron que salir exiliados de su país porque estaban en contra del gobierno político que existía en ese momento y se fueron a Suecia donde tuvieron que aprender una lengua, donde ella tuvo que trabajar en una fábrica y en la que mientras ella hacía este trabajo autómata, pensaba sus poemas. Aprendió a escribir en otra lengua que me parece que es una cosa muy importante, pero muy normalizada en Europa, y eso es también un contraste importante que veo desde Estados Unidos y América latina y lo que dijo Ágota Kristóf en El Gran Cuaderno, en un párrafo que no puedo olvidar, yo dije es que es esto, o sea, los hombres toman decisiones en tanto que ellos son los que están en el espacio público y son los generales y son los presidentes y son los que tienen el dinero, y después de tomar esas decisiones en las que suelen destruirse los unos a los otros, somos las mujeres o las personas que estamos bajo el cuidado de esas decisiones quienes terminamos arreglando todo. Entonces hay un personaje que dice, bueno, ustedes van a la guerra y son héroes, ustedes terminan mutilados y son héroes, ustedes se mueren en la guerra y son héroes, y somos nosotros quienes recogemos los cuerpos, quienes cuidamos los cuerpos, quienes cuidamos a la infancia, quienes sostenemos los espacios donde tienen ustedes que comer, y para mí fue como, eso es lo que me importa, no me importa que haya caído una bomba y se hayan muerto muchas personas, porque ya hay mucha gente narrando eso, me importa qué pasa después de que cayó la bomba y quién va a recoger los pedazos de la bomba y quién va a contar la historia de lo que quedó ahí destruido. 

Eso se me conecta con lo que te ha pasado con tus libros, que vos pensaste que estabas escribiendo de un tema, pero los lectores han encontrado otros, por ejemplo en Casas Vacías no estabas pensando específicamente que estabas escribiendo sobre ser madre, pero es donde muchas veces etiquetan al libro, o en Ceniza en la Boca no estabas pensando, otra vez específicamente, que era sobre migración, pero se ha leído de esa manera, y eso se suma a que te han traducido ya en muchos países, y pues según la cultura también ven unas cosas u otras.
Por supuesto que en ambos libros yo sabía que hay temas transversales que iban a resultar importantes en tanto la lectura externa a mí, por supuesto que sabía que en Casas la maternidad era importante, como en Ceniza en la Boca es la migración. El problema que encuentro con eso y con el punto de vista de diferentes espacios en donde se han traducido es que la gente necesita etiquetar las cosas. Y eso a mí me cuesta mucho trabajo porque no sabía que era distinta, si de alguna forma lo soy, a las personas españolas hasta que ellos me dijeron que era distinta. O sea, yo llegaba y claro, entendía que eran españoles y tenían otra cultura y otra forma de expresar su lenguaje, y etcétera, pero me seguía sintiendo una ser humana. Eran ellos quienes venían a ponerme la etiqueta de tú eres extranjera, tú eres mexicana, peruana, ecuatoriana, lo que se les ocurriera, como diciéndome hay una otredad en ti. Siento que eso es lo que intentan hacer con la literatura que escribimos en Latinoamérica y a lo que me niego rotundamente, porque yo leo a Ágota Kristóf, pero leo a Elfriede Jelinek, pero leo a Rachel Cusk, pero leo a Sally Rooney, y para mí son escritoras hablando de su vida y de la condición humana en general, no me voy preguntando si es irlandesa, inglesa, húngara. Lo que me interesa es de qué manera ellas están concibiendo lo que sucede a sus personajes y de qué manera sus personajes reflejan la humanidad. Y lo que me molesta de las lecturas en las que quieren decir esto solo es de maternidad o de migración es que ya deciden que mis personajes son personas periféricas, que además me molesta mucho esa palabra, son personas a las que hay que ver demasiado vulnerables en tanto un discurso de narrativa política que no nos está sirviendo de nada. Tanto Casas como Ceniza hablan de una opresión estructural importante, del dolor de las mujeres en las casas, pero también del duelo de tomar decisiones, que es una cosa muy del siglo XXI, la gente tiene miedo a tomar decisiones, no quiere hacerse responsable de sus decisiones, no quiere problematizarse a sí mismo, y creo que yo pongo, hay veces que tus decisiones están condicionadas por tu contexto político y económico, y eso también te debería hacer consciente de un montón de cosas. Pero bueno, para mí lo mejor es cuando estoy en contra de todo lo que dicen los lectores, porque digo qué maravilla que haya diversidad de opinión. 

Claro, y ya que hablas de los personajes, algo que es muy importante para vos, y en lo que insistes como profesora, es en la creación de personajes.
Sí, muchos teóricos y muchos colegas están en contra, dicen, una novela per se no solo son los personajes, pero yo digo, a ver, quita los personajes y qué te queda. Es un poco la paradoja de los escritores dentro del mercado editorial, uy, sí, esto es un trabajo en equipo y hay un grupo. Me parece muy bien y respeto cada una de las funciones del mercado editorial, pero si quitas al autor no queda nada. Puedes tener todas las herramientas, pero si no hay alguien que desarrolla eso, no hay libro.  Y lo mismo pienso en la construcción de la novela. Puede haber una gran atmósfera, una gran idea, haber un psiquis de la propia novela en sí misma, pero si los personajes no son lo suficientemente complejos y contradictorios, no hay novela. No hay una novela que se sostenga sin personajes complejos. Los personajes complejos son los que reflejan, representan, recrean lo que es la humanidad en sí misma, y hablar de la humanidad es difícil, y creo que ahí la literatura, muchísimo más que otros espacios, pero eso también me lo pueden contradecir, es en donde podemos escudriñar realmente sobre por qué podemos ser tan monstruosos y tan bellos a la vez en una misma acción. 

En ese proceso de escritura ya hemos hablado de la obsesión, de la construcción de personajes y ahora quisiera que conversáramos de otra cosa en la que haces énfasis: se necesita que el escritor esté movido por algo, que haya un conflicto adentro.
Alguna vez alguien me preguntó que por qué yo no había estudiado literatura y, uno, porque la oferta en México me parecía demasiado teórica y yo siempre he estado muy interesada en el proceso. Entonces decía, no quiero leer gente del siglo XIX, quiero leer gente que está escribiendo ahora porque es con quien quiero dialogar. Pero un poco la respuesta seria es que hay cánones literarios y hay espacios académicos, pero no solo académicos, en los que te dicen, esto es la literatura, y generalmente quienes piensan eso son personas de clase media, media alta, que tienen unos estándares de lo que significa el arte y para qué necesitan el arte, que siempre he rechazado un poco. Es como, ¿yo por qué voy a ir a que la clase media, media alta me diga qué es literatura? Pienso que hay un montón de puntos de vista en el mundo que necesitan ser problematizados, no visibilizados, en tanto que la condición humana no es solo la clase media y media alta. Entonces, siempre trato de buscar sacarnos de ese lugar cómodo que es la clase media, que además en su contradicción, al menos en el siglo XX, es la clase media la que ha generado reformas en los países en los que se ha exigido derechos, etc. Y dentro de la literatura me parece que cuando llegan otras formas de utilizar el lenguaje, la literatura en sí misma, esta cosa etérea que es muy superior a cualquier autor, editor o grupo de personas escribiendo, ese juego del lenguaje que además te lleva al gozo, para mí es lo que hay que rescatar siempre. Uno tiene que tener un conflicto con el mundo y que cuando lo escriba lo tiene que disfrutar en el término de incluso cuando estoy enojado estoy disfrutando sacar mi enojo, o si estoy triste, estoy disfrutando sacar el proceso que me hace estar enojado con el mundo, o triste, o sentir que lo que es realmente lo más importante del mundo en mi universo literario, y hacer que algo sea lo más importante dentro del universo literario es lo que hace que la humanidad siga avanzando. Si no creyéramos que hay algo muy importante que hacer estaríamos estáticos y probablemente no tendríamos teléfonos, tecnología, aviones, todas esas cosas.  

Si te interesa tanto el proceso creativo, ¿cómo es el tuyo? Ahora estás escribiendo una novela. ¿Cómo empieza la idea, en una obsesión, en tomar notas? ¿En una canción?
Empiezo con una canción. Ha sido diferente con las tres novelas, pero con Casas me acuerdo que escuchaba cierta música deprimente, y de pronto llegó esta que se llama Welcome Home Son, e inicia con estos soniditos de estos objetos que hay en las casas, no sé cómo se llaman, pero estas cosas que cuelgan y chocan entre sí, esa cosa yo la oía en casa. Mi madre tenía una cosa así que con el viento o cuando se abría la puerta se escuchaba. Y fue como, esto es una casa, ¿no? O sea, para mí eso representa una casa y que le dicen a alguien bienvenido a casa. Y fue con esa canción, en un momento en Ciudad de México en la que estaban hablando de personas desaparecidas, que me hizo pasita el corazón y dije, uy, aquí hay algo. Y empecé a escuchar con mayor atención qué era lo que me movía y así empezó Casas. Y Ceniza también fue escuchar a Ezra Kenny decir I think I take myself too serious y empezar con esta música muy de baile que también fue como uy, aquí hay algo importante, me estoy tomando yo muy en serio y algo me movió y me hizo llegar a ese punto. Con la tercera novela igual. Sabía porque afortunadamente he logrado conectar las tres novelas, siempre hay un personaje, algo que conecta ahí más allá de los temas, en la tercera novela también fue una canción que se llama Manifest de Andrew Bird, al final de la canción fue como, ay, ya me llegó la historia. O sea, ya sé exactamente hacia dónde quiero llegar. Lo que te quiero decir es que siempre tengo la idea, pero no es hasta que me toca una canción que sé a dónde voy a llegar. Yo no escribo una novela si no sé cómo va a terminar. No me siento a escribir porque, uf, voy a escribir tres y nunca terminar, y las canciones me generan ese proceso de ahhh, tenía que llegar a este punto y ya se empieza a construir todo. 

En qué está esta tercera novela…
Ya le entregué el borrador a mi agente. Sé que hay cosas que trabajar, pero creo que estructuralmente ya está. Lo único que hay que hacer, que es lo que más me gusta de una novela, ya que está construido todo, pues uno empieza a ponerlo bonito, a limpiar o a jugar más con el lenguaje, con las emociones, a complejizar más los personajes.  

Y para llegar a ese borrador, ¿qué tanto tuviste que reescribir?
Tuve que estar en Iowa. Yo empecé la novela en el IWP, junto al río, siempre estaba pensando en el río en esa novela. Escribí un pequeñísimo borrador como de 40 páginas y luego un poco me desentendí de ella y volví el año pasado para tratar de terminarla y luego ya cuando decidí venir aquí a pasar la primavera dije “tengo que terminar allá” y definitivamente eso fue lo que hice.  Vuelvo a insistir en que tener tiempo para escribir es un verdadero privilegio. No creo que la gente tenga que funcionar igual, pero para mí sí es como vomitar todo, sentir, realmente no es tan literal, pero cuando ya no siento nada en el pecho, cuando siento que ya mi pecho está descongestionado de lo que tenía que decir, lo dejo ahí, lo comparto con mi agente porque tenemos una relación muy estrecha, lo comparto con Yuri Herrera y ahí se ha sumado gente a la que quiero y respeto y les digo, a ver, aquí está esto, quiero escuchar qué es lo que les mueve, qué es lo que no les gusta, qué es lo que entendieron del texto. Me hacen sus comentarios, me los guardo, me los quedo un rato y ahora en verano, que también es como un impasse en Europa, nadie trabaja, en ese momento voy a escribir, pero te digo, ya es más como línea por línea, esto se pudo decir de esta manera o se puede decir mejor, esto suena bien cuando lo leo en voz alta o no, esto es musicalidad o esto no necesita musicalidad o no lo necesita, esto transmite bien la metáfora o no, pero es mi gusto personal. Eso no quiere decir que cuando lo lea la gente diga ay, está bien transmitida la metáfora, pero sinceramente eso ya no me importa, ese ya es trabajo de los editores y del mercado editorial. 

También hay otro proceso importante que es dejar descansar el manuscrito, la necesidad de reposo.
Definitivamente, porque sí creo que los libros tienen vida propia. Odio la metáfora de los libros son como hijos porque no es cierto. Ojalá los libros fueran como hijos porque al menos con los hijos tienes la oportunidad de decir se acabó y un libro nunca, nunca, está terminado, todas las obras para mí están inacabadas. Y cuando me hacen leer algo digo, ay, esto lo escribí fatal, y con los hijos a lo mejor pasa igual, pero yo digo, eso es responsabilidad de los hijos, que se líen como quieran. Sí siento que los libros tienen vida propia, siento que Casas Vacías, yo quería que fuera un producto que se comunicara con la gente, literario, que se comunicara con la gente con mis propios objetivos personales y políticos, y el libro mismo me dijo, quítate porque me estás estorbando y ha recorrido y tiene una vida muy importante en América Latina. No hay día que yo no reciba un comentario sobre Casas Vacías, les gustó o no les gustó, me da igual, pero hay una comunicación constante con un libro que me dijo, “tú me estás estorbando, suéltame”. Y con Ceniza yo sentía, bueno, a mí me gusta mucho Ceniza, es algo que necesitaba escribir, que lo reciba el mundo como quiera y ha tenido también, ha dicho como me subestimabas, pues mira cómo voy a ser, despampanante. Y Ceniza ha hecho cosas que creo que nadie se esperaba en ese sentido. Entonces sí creo que si hubiera decidido protegerles en tanto mis propios deseos como escritora, no estaría sucediendo lo que sucede con los libros. 

Además que Casas se reveló desde el inicio, vos la publicaste y se fue compartiendo virtualmente, un voz a voz primero.
Exacto. Y yo quería mantenerlo así, y ella dijo, no, perdona, yo necesito mi vida regulada dentro del mercado. 

Y justo tus libros están llegando a otros formatos, Casas Vacías en el teatro y Ceniza en la Boca será llevada al cine por Diego Luna. ¿Qué significa para vos ver esas otras miradas?
Sí, es una mirada ajena completamente. Todavía no sé qué pensar. Tengo este conflicto en el que las cosas más importantes de mi vida las sublimo porque crecí en una familia que me dijo, tienes que tener los pies sobre la tierra siempre y los tienes incluso que enterrar. Alguien lo dijo, no lo pensé yo, pero me gustó mucho cuando lo escuché. Una no sabe a dónde va, pero una siempre tiene que saber de dónde viene. Y eso a veces me juega la mala jugada porque me entierro tanto que no disfruto lo que debería disfrutar. Entonces todavía no sé en términos de escritora lo que eso me significa, ni siquiera como personalmente, pero lo que sí vi ahora que fui a ver la obra y ahora que estuve en la filmación, me pareció como, sí, la literatura es exactamente eso, lo que yo creí que era, que es como que alguien pone algo sobre la mesa, lo comparte en el mundo y gracias al lenguaje que es tan rico, tan vasto, que se mueve todo el tiempo, que va a conectar con otras personas de diferente manera, y eso va a generar otras cosas y se va a transformar en algo que ya no está ni siquiera en mis manos, y eso es totalmente revelador en términos de una sí puede transformar el mundo. No cambiar el mundo, pero transformarlo y ser parte de una conversación. Lo que quiere decir es que, aunque a veces creemos que tomamos decisiones individuales que no van a afectar socialmente, afectan. Y eso me ha hecho sentir mucha esperanza en la humanidad, como decir, mira, si yo pude hacer esto, imagínate todas las cosas que se pudieran hacer cuando las personas expresan lo que quieren expresar. Soy una fiel defensora de que todas las personas deberían tener el ejercicio de los derechos culturales porque seríamos una sociedad más humana. 

En este Spring 2025 viniste a la Universidad de Iowa a guiar el Workshop del MFA en Escritura Creativa, pero vos has dado muchos talleres, eso ha sido parte de ser escritora. ¿Qué has aprendido de esas conversaciones?
Ahí es en donde me pongo muy romántica y pienso qué maravilloso que yo de pronto haya decidido utilizar el lenguaje para tratar de expresar algo que a mí me interesaba y de pronto eso me puso en otro lugar en el mundo. Yo era una persona muy común, muy corriente en todos los sentidos, incluso un tanto invisibilizada en términos de clase social y también una persona migrante en España, y de pronto los libros me aventaron al espacio público sin yo pedirlo, digámoslo, y me hicieron otra persona. O sea, el discurso que ahora tengo no es un discurso que yo haya tratado de construir de forma consciente, sino que justamente las conversaciones con lectoras, los workshops, los círculos de lectura, las conferencias, los conversatorios, las presentaciones, el intercambio con otros colegas, con estudiantes, me han hecho ser mucho más consciente de la necesidad de compartir cosas y de lo mucho, yo siempre se lo digo especialmente a las personas con las que trabajo sus historias o con las lectoras que están realmente muy apasionadas es ‘tú crees que me debes algo porque te ha conmovido mi historia o te ha gustado lo que hemos conversado en términos de construcción de tu propia historia’, pero para mí es qué clase de regalo y privilegio tengo yo en esta vida de que hay personas que confían en mí, que confían en mi trabajo y les importa lo que digo y generamos una conversación y generamos ficción. Realmente estoy consciente de la cuota social y política que tengo que pagar, de la deuda política que tengo que pagar por ser una escritora pública, y digo, lo pagaría diez mil veces, porque todas las personas con las que he conversado, que me han enriquecido con sus historias, con sus puntos de vista, que me han mostrado otra parte de la humanidad es, o sea, que me disculpe quien me tenga que disculpar, que se enoje quien se tenga que enojar, es el mejor regalo del mundo. Y es cuando digo, claro, por eso los hombres, escritores o artistas no quieren quitarse ese lugar de privilegio porque es maravilloso poder escuchar que otras personas conversen contigo y te compartan. Te dan un poder muy grande y eso hace que tu propio lenguaje como persona cambie, y te sientes persona, y eso es increíble. 

Este texto es un extracto de la entrevista completa, que se puede consultar en video en el siguiente enlace.

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