Entrevista a Liliana Colanzi

Iowa Literaria

 

 

 

Nos acercamos a la escritora boliviana Liliana Colanzi para preguntarle sobre el proceso creativo de su último libro, Ustedes brillan en lo oscuro (Páginas de espuma 2022), ganador del Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero.

 

Iowa Literaria: Tu cuento La cueva, el primero de Ustedes Brillan en lo Oscuro, es narrado desde distintos puntos de vista. Un fragmento está escrito en tercera persona y habla sobre las formaciones geológicas, y no está ligado a un personaje, o el personaje podría ser la autora. ¿Cómo decides el punto de vista o puntos de vista que vas a usar en un cuento? ¿Es algo que tienes claro desde el inicio, o ensayas diferentes versiones?

Liliana Colanzi: De la tercera persona me atrae la posibilidad de hacer algo mutante, mezclar el ensayo y la ficción. En “La cueva” se cuentan procesos biológicos y geológicos a lo largo de siglos que no en todos los casos tienen protagonistas humanos, y cuya narración requería, a veces, un tono científico, en un péndulo entre el ensayo de divulgación y la (ciencia) ficción que me divirtió mucho. Otros cuentos se me presentaron como voces, por ejemplo el de la chica de “El camino angosto” o la mujer de “La deuda”.

IL: En una entrevista sobre tu último libro comentaste que la temática y estructura del primer cuento, La cueva,  informó los demás. ¿Podrías hablar un poco más sobre este proceso, y si los cuentos que escribes después acaban también informando la reescritura de cuentos escritos al principio?

LC: En la primera versión de “La cueva”, que es de 2017, mi visión de los humanos de la Edad del Hielo respondía a ideas estereotipadas del hombre cavernícola: tipos brutos que cazaban mujeres. De la misma forma, mi visión del futuro distante se correspondía con la del imaginario apocalíptico más machacón: planeta desolado y lleno de basura en el que nada, o casi nada, sobrevive. Regresé a este cuento en 2020 y lo reescribí casi por completo, tratando de luchar contra esos imaginarios: ¿qué alternativas de futuro podemos crear que no conduzcan otra vez al páramo radiactivo? ¿Cómo podemos imaginar las sociedades prehistóricas de una manera más compleja y creativa? Estas preguntas surgieron de cuestionarme mi propia relación con la ciencia ficción. Estábamos en los momentos más angustiosos de esa crisis global que ha sido la pandemia y la escritura era una forma de mirar hacia el futuro de otra forma; mi final apocalíptico y desolado me sonaba hueco y falso, muy diferente a lo que yo misma estaba viendo: mucha muerte y caos, sí, pero también movimientos de resistencia como #blacklivesmatter. En esos meses también escribí “Atomito”, que está impregnado de la crisis social y política que atravesaba Bolivia en aquella época, pero al que no considero un cuento pesimista: a pesar del ambiente radiactivo y de la represión policial, es un cuento en el que una epidemia de danza comienza la revolución, la resistencia. Es decir que recién al tercer año desde que comencé a escribir mi libro entendí de qué manera quería abordar la ciencia ficción.

IL: Varios de los cuentos de Ustedes Brillan en lo oscuro se narran de manera fragmentada. ¿Cómo llegas a este recurso y cómo se relaciona con el tema del tiempo que recorre todo el libro?

LC: Mientras escribo suelo tener un libro a mano que funcione de amuleto o de guía. Mi libro-amuleto para Ustedes brillan en lo oscuro fue Las lágrimas, de Pascal Quignard, que es una novela asombrosa compuesta enteramente por fragmentos que ocurren a lo largo de la Edad Media. Una vez se tiene una forma, un tono, se puede contar casi cualquier cosa: son el ritmo o la estructura los que van generando la historia. En el caso de “La cueva”, recurrí a los fragmentos para contar la historia de una cueva a través de cientos de miles de años porque estos me permitían hacer grandes saltos temporales, a diferencia de una narración lineal, pero también cambiar de tono, pasar de un registro narrativo a otro que se acerca más al ensayo científico. En “Ustedes brillan en lo oscuro”, que está basado en el incidente radiológico de Goiânia, la fragmentación me sirvió para dejar que el archivo histórico intervenga en el cuento y se cuelen fotos, pedazos de noticias y documentos legales, en un diálogo entre la realidad y la ficción. En otros cuentos como “Atomito”, “La deuda” o “El camino angosto”, los fragmentos son la forma en que respira el texto, cortes que ponen el énfasis en una imagen, en una frase, en una idea.

IL: ¿Cómo encaras el proceso de reescritura en general? ¿Sueles reescribir mucho? ¿Puedes contarnos un poco sobre el proceso de reescritura de tu último libro?

LC: El camino angosto pasó por quince versiones, y los otros cuentos también tienen muchas reescrituras. Cada versión es un posible camino que conservo en caso de querer regresar a él, pero sé que tengo una versión definitiva de un cuento cuando siento que la historia no podría suceder de ninguna otra manera, y cuando el texto deja de incomodarme. Obviamente, con el tiempo es inevitable que nuestros libros nos gusten menos, o incluso que ya no nos gusten para nada, pero antes de publicar necesito estar en paz con lo que escribo. Intuir que el cuento tiene algo que no funciona pero no saber exactamente qué es o cómo resolverlo molesta terriblemente, a veces hasta la frustración. Pero descubrir una veta en la escritura es agarrar el cable que conduce a los pequeños y grandes misterios.

IL: Relacionado a la anterior pregunta, en la nota al final del libro hablas del taller de los domingos en Ítaca, donde varios autores y autoras comparten sus textos. ¿Puedes hablarnos de cómo navegas el proceso de compartir un trabajo no terminado con otros? ¿Qué te aporta este tipo de espacios, y cuáles son los retos?

LC: Mostrar un texto cuando está en un estadio muy primitivo puede ser contraproducente para mí: la forma tiene que asomar en la oscuridad y sin el peso de la mirada ajena, que cohíbe. Prefiero mostrar una versión un poco más avanzada, sobre la cual tengo dudas específicas, y es en ese estadio en el que la mirada de otros lectores me resulta muy provechosa. El espacio del taller sirve no solamente para recibir comentarios sobre tus propios textos, sino para aprender a leer de una forma más atenta. En Ithaca venimos haciendo taller en casa desde hace casi 15 años, y varios de los cuentos de mis tres libros han pasado por esas sesiones, de las que me he beneficiado mucho.

IL: En el cuento El camino angosto, la voz narradora es una niña cuya lengua no es el español. ¿Cuáles fueron los retos y las soluciones que encontraste al momento de decidir como escribir esta voz?

LC: La protagonista de “El camino angosto” habla un idioma que no es el español, pero además vive en una comunidad aislada, endogámica, y con su hermana han creado una realidad propia, un lenguaje que ni siquiera es el lenguaje de la comunidad, sino el que ellas usan entre sí. Quería que la ruptura con el afuera se tradujera en una extrañeza de la lengua, en una sintaxis alterada: lo raro en este cuento no pasa solamente por los acontecimientos, sino que la lengua también es un acontecimiento. El lenguaje de la niña es el de alguien que vive en el futuro, pero a la vez hay algo arcaico y anacrónico en él.

IL: ¿Cómo trabajas los finales de tus cuentos y los finales de tus libros? ¿Sabes el final desde el principio, o lo descubres? ¿Cómo sabes cuándo un final funciona?

LC: Tengo una relación muy caprichosa con los finales y a veces, más que terminar un cuento, lo abandono.

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