El fantasma del D. F.

por Adrián Eleuteri

                                                                                                                                                               Ilustración Euro Montero

Es una noche azul, pero
no es una noche nerudiana
no tiritan azules
los astros a lo lejos
no es este un cielo azul
como la noche en Cuba, no:
es una noche azul
como la nebulosa
de mi jeta, azul
de ojera y puñetazo, azul
de moretón, azul
de carne desgastada, azul
de sangre muerta
No es una noche de la Ciudad
de México, es una noche
a zulo abierto del Distrito Federal
que descuaja párpados
que gorma esquirlas
que sorraja gránulos de luz
partículas que tunden
el esternón
chist
la vena
cava estalla
pero no a chorros
es un sereno ligerísimo
carmín en mi costado
izquierdo, escuece
una galaxia y yo camino
las calles nahuas de San Nicolás
Totolapan que antaño mis talones
astillaron
el quid aquí
hoy
un poeta de veintiocho años
bajo la densa oscuridad de los cielos
del cadáver invisible del D.F.
y la tiniebla baja a lamer cerros
no es el Estado
de México es tu cuna de madera y agua
pero volteas a todos lados en Contreras
porque conoces
la posibilidad del mal
y la tiniebla ya no besa las hayas:
viene a chuparles el calor
p u t a m a d r e
los policías de esta ciudad
levantaron a un bachiller
que osó fotografiar grafitis
puta
madre
los policías de esta ciudad
secuestran niños, roban efebos que no
ya no aparecen, órganos benditos
que van a dar a Europa, cuerpos
benditos que a Estados Unidos
de América vana van a morir
Alto
ahí
pinche morro, ¿a dónde?
Le vale verga, poli, aguado: del mero
pinche Estado, qué me mira, puto
Silencio, ojos que se cruzan hasta el punto
álgido, huelen el miedo, perros
excitados por la peste
que tiritan como espectros azulados en la niebla
Me río entonces, cueste lo que cueste
A chingar a su madre, escupen, ladran, gruñen
es una noche bandida, una noche del Distrito
Federal, vendedor, repartidor, overlista, guardia
de seguridad, librero, traductor, telefonista, válgale
verga, poli, lo que he sido enloquecido
afuera y dentro de esta urbe
cruenta de antropófagos, vengan, poetas periféricos
a caminar mis rumbos marginales
los rumbos que frecuenté de noche
los rumbos donde germinó el placer
vengan, poetas periféricos
a mirar la gran Ciudad de México y el cadáver
del Distrito Federal, vengan, poetas periféricos y miren
teclear a los poetas becados bonitos poemas tutelares
en máquinas de escribir seminuevas, lustrosas, impecables
vengan, poetas del extrarradio a caminar junto a los hípsters
ataviados en chamarras negras de poliéster suave y paliacates
que nunca han dominado el huracán interno
que nunca han conocido el vértigo
del caballaje de la sangre ni las rotas
garras sépticas del viento, no
no les pidan sangre
no les pidan chingadazos:
el delicioso crac del cigomático
el llanto sinovial de la rodilla
el tuétano volcánico del calcio
la muela pútrida encajada en la mejilla, no
les pidan el noble
alarido del silencio
ni el dolor que habita
en el grito de la
frágil
garganta humana
No les pidan
poesía
Pídanles poemas
subvencionados
Poemas bonitos:
poemojis
Poemas de la Roma:
romanillas
Poemas de la Condesa:
condetos
Poemas de la Del Valle:
vallesandrinos
Poemecos tecleados
sobre mesas coquetas de cafeterías chic
mientras beben mocas deslactosados
orgánicos y con almendras penta
A mi Olivetti de hierros dislocados
le fueron amputadas varias teclas
Una Olivetti verde oliva a
doble tinta y resortes oxidados
Una Olivetti que mi abuela costurera
pagó letra por letra para su vástago mayor
pues fue el primero en la historia familiar
en asistir a la universidad
Señor, ten piedad, es el vértigo en la sangre
el vaho en la nuca, la bala que pernocta
en la recamara, el quinto en el revés del aire
vergas chuecas extraviadas en bucales
epitelios, dedos chuecos doblegados
por el tedio, es el gran dedo torcido
de la literatura latinoamericana
torcido por sí mismo
porque torció ya a decenas
de escritores nóveles
el gran dedo doblado
que incesante martillaba una Olivetti
la máquina
de un señorito
bien
chingados
estamos
¡Ring!
rodillo ríspido
vendaval, venida vil, bajas del bólido
has vuelto a caminar las calles nahuas de
con, très ras,
je suis allé
à la périphérie
de la couleur
de tes yeux,
pute vie, de tes yeux
D.F. maudit, je porte
tu hueso parietal de escapulario
digo poesía y me arrodillo a recoger mis dientes
padre, mírame, padre, perdóname
la poesía vino a morderme un cacho
de dulce corazón
la poesía vino a reventar una hemorragia
padre, mírame, perdóname, vengo ante ti
chisporroteando sangre,
padre, perdóname,
por presentarme inédito ante ti,
padre, perdóname,
pero los profesores no quieren
hablar de Arenas o Chaparro
Madiedo o de Bolaño ni Caicedo
padre, perdóname,
no es para mí, no ahorita, no ahora
Atenea amada, amada Facultad, perdóname, pero ahí estaba
quebrando las paredes de mi cráneo
aquel rugido atroz de carretera, padre, perdóname, pero
los jóvenes poetas canónicos presumen sus
camisas de leñador y brazos-versos de fideo, padre, perdóname
pero recuerdo todavía la hoja
del hacha contra el lóbulo
temporal del abuelo en Los Dinamos, padre
la leña intacta, partida la cabeza
allí en el ataúd, la frente abierta, la piedra
escupida por la llanta, el brazo
devorado por la roladora de masa
de la panadería de Palmas, padre, su cuerpo
desmadrado por un bólido en la libre
a Cuernavaca, padre, su
cuerpo en el anfiteatro anatómico
de la Universidad Nacional
Autónoma de México
la dentadura ausente
el dolor de su rostro aliviado por ninguna palma
padre, tú, tú, tú, tú solo contra el mundo, padre, el mundo entero
comprimido en ese
cuarto
padre, perdóname
pero mi corazón es un gato montés hambriento, que gruñe
mi corazón es una fiera enjaulada en sus costillas
que suelta la zarpa, que pela muy cabrón los dientes, padre
perdóname, pero es mi corazón y son las ruedas y los tráileres
y los bólidos brutales, las caravanas del huachicol y una motocicleta
de baja cilindrada, padre, perdóname, porque son
los militares
y los retenes y los narcos, las desapariciones, los derrapes y
la inmensa soledad y el nudo en la garganta, padre
perdóname el insuficiente
sueldo para tu insulina, padre, perdóname, pero
¿recuerdas?, cómo les hice frente a los galenos por escrito
padre, ¿lo recuerdas?, esa misiva dura, firme e impecable, padre
para que de una vez por todas vinieran a atenderte, padre
tu pierna gangrenada, los muertos gajos de tu muslo
padre, perdóname, pero
dime si recuerdas cómo
puse a raya a esos cobardes
que intentaron madrearte
cuando me esperabas
afuera del trabajo
padre, perdóname, pero, mira, en esa
revista cubano-americana me han llamado
escritor
padre, perdóname, pues he andado por caminos siniestros, padre
pues he tenido fuscas en las sienes, padre
pues ingenuo me batí con asaltantes, padre, hasta tumbarlos
Pero comí espíritu en los parques, padre, en las banquetas, en los
callejones abismal-
mente con pactos
de la muerte, padre
y vi desangrarse el horizonte
hasta su placido suplicio, padre
pero he cogido como pocos, padre
pero he leído como pocos, padre
pero he vivido como nadie, amigos
comed y bebed, todos de mi sangre
porque esta sangre lleva la humedad de sus miradas
y el brillo eléctrico de sus sonrisas
esos momentos en los que fuimos
jóvenes y felices en la infelicidad
esas calles desahuciadas por las que caminamos
bajo el manto asesino
de la oscuridad del extrarradio
cuidándonos de policías sicarios
raptores rateros halcones esas
calles arteriales caminamos
yo vi sus ojos, amigos, vi sus sonrisas
y en silencio los volví poemas
fumad y bebed todos por mí
porque os aseguro
que fui feliz a gritos
y miserable a veces
hasta quebrarme
sin quejidos las mandíbulas
c´est ma vie, voilà mais

peut-être que ce n´est

plus ma vi parce que

ce soir c’est cobaltique

y el fuego índigo peligra
porque amanece a prisa
soy el fantasma del D.F. La Magdalena
Contreras, Madryn, Ecatefuck, Valle
de Santiago, Aguascalacas, Gatineau
Tecún Umán, Cara Sucia, Tegus, Mateare
Tijuas, Califas, Santa Teresa, Juárez
¿a dónde más?, ¿por quién?
¿Por qué?
Entras a la habitación
de la memoria, tus ojos se proyectan
en un libro al azar, última línea
de la página:
Mira esa piedra cómo
ya no se para.

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