Un día, El mar

Ariel Farace

Un día

(Fragmento)

No sé muy bien por qué estamos acá

Por qué estoy yo acá
ustedes ahí

Por qué nos reunimos
ni a qué

Por supuesto que respuestas hay
Respuestas siempre se encuentran
se inventan

Se crean respuestas

Creamos

Respuestas hasta el infinito

Pero justamente eso
La infinidad de respuestas que creamos
demuestra que no sabemos muy bien por qué estamos acá

Estamos

Es un hecho que casi nadie negaría

Como tampoco nadie negaría
Creo
Que estamos solos

Acá

Que estamos juntos y solos

O solos y juntos
como los árboles en la canción de Zitarrosa

«Solos y juntos como en el monte
los árboles crecerán
tu amor y el mío
soles y juntes
como dos árboles más»

Me gusta un monte pensado así
Como una multitud solitaria

Podríamos pensarnos de esa forma
Una arboleda tupida
Sacudida por el viento

Una arboleda de respuestas
Sacudida por un viento de preguntas

O una arboleda de preguntas
Sacudida por un viento de respuestas

En fin

Una arboleda tupida
sacudida
de un lado al otro
por el soplo del viento

O apenas mecida

 

Como sea
Pareciera que existe un centro

Un centro invisible
Un eje

Un eje que da equilibrio
Y permite que nos sostengamos en pie

Entonces
no sabemos por qué estamos acá

Por qué yo estoy acá
Ustedes ahí

él allí
ella allá

 

Me gusta pensado así

Somos una multitud solitaria

Sabemos que estamos soles y juntes

Sabemos dónde estamos
Y no sabemos por qué

No sabemos por qué estamos acá

Y creamos respuestas

Una infinidad de respuestas

Mientras nos preguntamos
Si existe un centro
invisible
Un eje
O algo
Y cómo puede sostenernos en pie
O sentados
Acá
Ante toda inclemencia

 

Y cada uno tiene una respuesta sobre por qué está acá

Hay quienes incluso tengan fe

Alguna certidumbre

Una intuición
al menos

Un pálpito

alguna convicción

 

Tenemos respuestas

 

Somos una multitud solitaria
Llena de preguntas
Y de respuestas

Circunstanciales

Momentáneas

Apoyadas en pálpitos intuiciones circunstancias

Experiencias

Sostenidas
por experiencias

O no

O irracionales

Pequeñas certezas
que precipitan
un sentido

una dirección

«Dirección como cuando decimos
el sentido del tránsito»

O
«la forma en la que se mueve algo»

 

La forma en la que se mueve algo

 

Pero
Y el mar?

En qué forma se mueve el mar?

 

En un libro leí que el mar
justo antes de que amanezca
y que una franja sombría
lo separe en el horizonte del cielo
parece
«se asemeja» dice el libro
«a una inmensa tela gris arrugada»

 

Una arboleda
sacudida por el viento

y más allá
el mar

una inmensa tela gris arrugada

 

Y ahora
dónde estamos?

Seguimos acá?

O estamos en el mar?

O en el monte?

Y los árboles
Somos nosotros?
Solos y juntos?

Y el mar es una tela?
Inmensa?
Gris?
Arrugada?

Esta podría ser una respuesta

estamos acá
justo antes de que amanezca
y a los árboles
y a nosotros
y a nosotras
nos mece un viento de preguntas

 

Estamos acá
entre el mar y los árboles
bajo el cielo

 

Somos una multitud solitaria
y queremos

Queremos queremos queremos

Queremos confiar en la posibilidad de una renovación total del mundo
Queremos hablar de la soledad para deshacernos de ella
Queremos encontrar una manera de estar juntos
juntas

Queremos establecer con el futuro una relación de asombro
Y no de previsibilidad

Queremos anteponer a la ganancia
el placer
Que es subjetivo y momentáneo
Que perdura lo que perdura

Y que perdure
lo que perdure

Queremos estar juntos
juntas
Yo acá
Vos allí
Ella ahí
Él allá

Y que el mar pueda ser una tela arrugada
También
Y que el sentido pueda ser una dirección
También

Para que podamos ser
con los demás
con las demás

Y estar acá allá ahí o allí
También
Sabiendo
o sin saber por qué
Estamos allí ahí allá o acá

Queremos comer

 

Queremos dormir

Y no queremos soñar
porque ya se soñó bastante

Queremos escuchar música
Hacer música
Ser música

Y sonar como un estruendo

Queremos que existir no sea soñar

Queremos que existir sea sonar

 

Tenemos
un libro
una canción
bueno canciones
y pantallas

 

Tenemos poco
y queremos mucho

 

 

 

El mar

Leí una novela que transcurría en el quinto milenio, onda siglo cincuenta y pico, en la que el mar había desaparecido, la tierra se había secado, habían tenido lugar movimientos tectónicos fuertes y la vida se había vuelto muy pero muy hostil, pero antes de eso, o durante, la ciencia había avanzado en la creación de una nueva humanidad, los neo humanos, que carecían de emociones y en los que los sentidos no formaban parte de su aprendizaje, eran máquinas racionales muy ajustadas, tenían horarios prefijados y un conocimiento muy alto de las probabilidades de afectación que cada estímulo diario podía provocarles, la vida se había vuelto un transcurrir sin dolor y sin gracia, no precisaban de alimentación ni, por lo tanto, de defecación, se reproducían en laboratorios por una suerte de fotosíntesis aplicada a números de ADN limitados, el sentido de existir se resumía a dar cuenta, comentar, dejar un registro de la continuidad de la ¿vida? sobre el planeta, aunque existían excepciones, porque también poblaban el firmamento humanos salvajes, mamíferos rezagados de otra era, olorosos y vulnerables, aterrados, que vagaban por ahí, comiéndose unos a otros, reuniéndose alrededor del fuego, concentrados en pequeños grupos sin rumbo aparente, y al final de la novela el neo humano protagonista abandonaba su comarca neo humana, cruzaba la cerca eléctrica que separaba su mundo del devenir salvaje del planeta, ahora yermo, y caminaba, caminaba, caminaba, caminaba mucho porque algo lo inquietaba, no era claro si se trataba de acercarse a lo desconocido o seguir el camino de una neo humana disidente que había echado a andar por el mundo libre hacía un tiempo o qué, el neo humano iba con su perro, que moría en manos de un grupo de humanos salvajes, y ya dispuesto a no esperar nada y sin compañía, caminaba y caminaba hasta su objetivo que cuando leés no está claro pero después se descubre cuando efectivamente, el neo humano protagonista, una mañana de niebla, divisa el mar, y lo llama el gran consuelo y la gran fuente de destrucción, lo llama el que erosiona y pone dulcemente fin, y contemplando el mar cree entender por qué la idea del infinito había germinado en aquellos humanos primates, lo dice así, y también por qué habían construido la idea del amor, toda esa parte es muy buena, y el neo humano protagonista se queda ahí, camina sincronizando sus pasos con el movimiento de las olas, calcula el tiempo de vida que le queda y la novela se acaba, la última frase del libro la dice, la escribe más bien, el protagonista, el neo humano, cuando entiende que la vida había sido, antes, que la felicidad ya no era un horizonte posible y que el futuro era una montaña, una cumbre alta y seca, un amontonamiento de tierra inaccesible, el mundo nos había traicionado, se dice, mientras contempla «este lago salado y sin orillas», así lo llama al mar, en el que se baña al sol y bajo las estrellas, y se dice que jamás va a poder alcanzar ningún objetivo y el mar se agita y la historia termina con dos frases cortas y contundentes: Yo era, ya no era. La vida era real.

 

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