Dos poemas

Laura Andrea Garzón

 

bienaventuranzas

 

Me gusta la sensación de la mano de mi abuela

mi mano en su mano

grande fuerte               piel gruesa pero suave

el borde del abrigo de cada una

el mío el escocés de cumpleaños

el de ella paño negro

mi abuela siempre viste de paño y huele a café y a crema Palmolive

dice: hay que madrugar a ver a Dios

no se duerma en la misa

son las siete de la mañana de cualquier domingo a mis diez años

mientras el cura habla del evangelio mi cabeza

vuelve a apoyarse sobre su hombro

me da un pellizco pequeñito               no quiero

ver a Cristo morirse otra vez

                         ¿cuántas veces?

                        las que sean necesarias

 

Escuchar de Cristo que sabe que va a morirse y entonces

se vuelve pan o el pan es su carne y el vino

es su sangre o la sangre

sabe un poco dulce

como el coctel de año nuevo que probé a escondidas

para pasar los tragos amargos

o como cuando uno se queda chupándose el dedo luego de pincharse

ese debe ser el sabor de la sangre de Cristo

 

Agacho la cabeza        arrodillada

ojos cerrados pero: trampa

me                  asomo                y               Cristo             ahí

no puedo imaginármelo como pan

no puedo ver en él lo blando del pan

y a lo mejor eso es lo que le hace falta

a su carencia de centro suave

solo es corteza de pan francés que lleva todo el día en el mostrador de la tienda

me río nerviosa y mi abuela me mira

regaño entre las dos cejas

me gustan sus cejas     van bien

con su cara      toda ella

es fuerte

pero no dura

 

Esperamos sentadas mientras dan la comunión

ese no pan carne de Cristo

y ninguna va por él

ella porque no puede: algo malo que hice

algo que no me van a perdonar pero no

está triste cuando dice eso

no creo que pueda ser algo tan malo no

creo que haya hecho ya muchas cosas buenas para borrar

lo oscuro que dice: no

suspira y a lo hecho pecho      piensa

 

El cuerpo de Cristo que llaman hostia me hace pensar en una arepa

de esas que haremos luego de la misa cualquier domingo a mis diez años

junto al caldo

no hay condena posible más que la espera a que esté listo y se ase la masa blanca rellena

de queso

Ojalá esta fuera nuestra misa e hiciéramos como los vecinos cristianos que cantan

todo el día

e invitan a la gente a comer a su casa

 

A la masa blanca le quedan pequeñas manchas

negras y cafés

en los lugares donde ha recibido más calor

cuando las comemos

ninguna de las manchas importa

dos

 

un sistema de placas son dos cuerpos que tratan de encajarse quizá antes alineados o antes un mismo cuerpo ahora dos o más tornillos hacen falta acero inoxidable en esta osamenta fallida que requiere de costuras el quiebre no puede seguirse abriendo o se van a desgajar las partes primero el brazo luego la mano y todos los dedos y todos sus huesos se irán separando como todos los cuerpos del universo se separan

acero inoxidable

o línea de oro

 

podemos decir reparar decir falla decir error y cuidado pero nada sucede sin que la línea dorada recorra la fractura el accidente es parte del proceso es el paso primero para después cuerpo contra cuerpo limpiarles los bordes ensayar el ensamble y si sucede entonces resina tiempo polvo de oro tiempo reparación resina sólida oro vivo

 

todo se oculta antes de ser revelado

 

incluso                      lo                    que                       no                         me                           dices
incluso lo que no conozco

 

 

Variación cuarta: sistema aislado

 

Nada. Nada para no ahogarte. Nada. Flota. Nada flota. Una piedra pequeña crece en el estómago y se vuelve río. Se extiende. Ese mismo estómago, hundido, amenaza con revertir el proceso, sacar a la piedra como un bolsillo que se voltea para encontrar la última moneda. Amenaza con salirse por tu boca, y ¿se hará revés todo tu cuerpo? Levántate, levántate, y no, no sales de esa cama de la cual ya debe desprenderse un hedor, piensas, te imaginas a los otros habitantes de tu casa evitando pasar por tu puerta para no percibirlo demasiado, pero es inevitable, se tapan la nariz y comentan bajito, tratas de ocultarlo. ¿Cuáles habitantes? Levántate, báñate, establece una rutina. No. Al menos come. No, la piedra, la piedra también se alimenta y si crece no vas a poder volver a levantarte jamás. Renuncia. ¿A qué? ¿Y si duele? Tú eres cobarde para el dolor y al tiempo lo necesitas, pides, apenas lo justo para saber que estás ahí. Un mensaje de texto indescifrable. “Por reposición de tiempo te han sido concedidos dos minutos”. ¿Para qué? Tiempo materia. Tiempo chicle. Tiempo bola de masa de brioche en la mano y la amasas y la extiendes. Masa que se resiste y hay que golpearla contra el mesón una y otra vez. Tiempo línea irregular, la doblas y es círculo, espiral. Siempre vuelve. La puerta cerrada y oyes pasos y te imaginas que tanta ausencia va a llamarlo como la carne a los perros, carne viva dicen, carne las heridas abiertas. ¿A quién? Pasa saliva. Tienes la boca seca pero por eso mismo salivas y salivas y saliva en todas partes, dicen que eso cura, dicen que ocho vasos de agua al día, dos litros, ocho litros, un mar al día pero no te calmas y por eso tu espalda no puede acomodarse bien. Flota: esta vez te das la orden a ti misma pero el colchón crece a tu alrededor y el edredón de plumas es la estepa siberiana, es la nieve de invierno el día de tu cumpleaños, sacas la lengua y el copo que cae también se hace saliva, es un recuerdo feliz que de repente se corta como la escena de Cinema Paradiso donde se incendia el rollo de película pero acá es como dicen: el frío quema. El recuerdo del otro invierno, ustedes, los dos sucios y tú insistes “llevamos mucho tiempo en esta cama” y te responde que se bañen y se bañan juntos y quieres tanto esos dos cuerpos solos cubiertos de la misma agua pero nunca dos copos de nieve son iguales. La pista de hielo de Bryant Park. Suena una canción en uno de los puestos de la feria navideña. Adele. Qué forzado. Y no. “We could’ve have it all” y te dice “es nuestra canción” y tú te ríes y lo abrazas pero sabes que esa no es la reacción correcta. Kinokuniya. Te quitas los zapatos porque los sientes mojados y corres por los pasillos de la librería en medias. Él te compra una serie de cuentos ilustrada, “feliz cumpleaños número veintiuno”, y tú lo besas y él responde, nunca falla. La prolongación no satisface a ninguno. Se quita. Te pones los zapatos y van a la fiesta de su amiga. Tú quieres que te diga: también vamos a celebrar tu cumpleaños. Después de todo es diciembre. Todo el mes es tuyo. Ella apaga la única vela sobre su bola de helado, “vamos por cocteles”, él gruñe y tú sonrisa toda, espalda recta, te acomodas como si fuera posible ajustarse. Nada. Nadan peces en sus bocas, lengua, pecera gin-tonic, nadan peces palabras que se agotan en movimiento. Escupe y la nieve se derrite en ese pedazo, blanda como el cobertor, párate, lávate los dientes, ponte debajo de la ducha. Déjate. Nada.

 

 

Poemas del libro Pan piedra, ganador del concurso nacional de poesía María Mercedes Carranza, a ser publicado en una coedición de las editoriales Luna Libros y Cardumen.

Top