Cuatro poemas

Samuel Trigueros

Deus ex machina

Entonces,
para sobrevivir al hoy,
¿cuál es la intensidad propicia
para tirar las «diablas»?
¿Hay música incidental para esta parte?
¿Cuál es el texto?
¿Qué dice el guion
o ese trío de golpes en la puerta?

Cierro los ojos para ver la realidad.
Cuando amanece
entro de nuevo
al bosque de espejismos.

De tal manera vivo
(y muero).

Entre más de mí construyese,
más desaparezco.

 

 

 

A fronte praecipitium a tergo lupi

Entro a la noche de tu mudez, de tu desnuda negación, donde la abeja deposita un polen de tinieblas para el devocionario de la ausencia.

Entro a la noche, a su bajel calafateado en que las moscas celebran funeral perpetuo para la utopía.

Entro a la noche, a pesar el delirio de las horas que penetraron en luminosas cuchilladas hasta la médula de la necesidad y del deseo.

Entro a la noche. Soy el astronauta desolado, el pastor de las constelaciones, cuya frontera está en las líneas de tu mano.

Entro a escribir una epístola imprecante al guardagujas incorruptible de la muerte.

Entro a la noche a bendecir con mi traje de llamas la indómita floresta del cierzo.

Entro a la noche como a los intestinos del cadáver sepultado en el corazón secreto de tu patio.

Hago girar tu nombre en sílabas y entro al abismo con mi lámpara de quásar. Estoy cauterizando el aire que dejó el censor de los abrazos. Te voy a perforar la piel con luz, como un huésped que transparenta con palabras las paredes del misterio.

 

 

 

Así en el cielo…

En el aire cargado de continentes fríos
reconozco una fracción de la existencia:
revelación que, inaceptada,
cruza y desgarra:
nada
detiene
la
caída.

Estratocúmulos de recuerdos
se manifiestan con desmesura y esplendor.
El contenido de una nube
disipa el espejismo del paisaje
con maestría plúmbica:
escama vertical, rayo constante.
La lluvia existe sólo como ejemplo.
La muerte es su corona.

Toda resurrección es parte de este ciclo.

 

 

 

La mar inmóvil

Tenues
muy tenues al principio
como una gasa
sobre un cuerpo núbil
que el verano desgarra
cuando estalla el día.

Lentas
en el tiempo moviéndose
lentísimas
mientras la vida
rauda
fluye.

Quietas
en su definitiva playa
colmando                            de horas
el cuenco                             de mis ojos
llenándome                        la boca

las olas                                del silencio.

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