5 poemas

Antonio Lucas

Amistad

Al llegar a este momento
la amistad se proclama sin palabras.
Basta acostumbrar los ojos a las mejores noches.
Evitar preguntas, vaciar promesas,
descartar la muerte si amanece otra vez.
No olvides que el hombre es su simiente,
y de la obediencia y de su desnudo
nació la unánime soledad, nació la lumbre.
Millones de seres que coinciden en una misma sangre,
millones de seres que juntamente suenan,
se miran y se saben,
se conciernen demasiado, también se matan.
Yo lo he visto y eso basta.
Amar es la otra vida que han hecho de su vida,
y traen bajo los párpados países hechizados,
el nombre de una madre cosido al agua de nacer.

***

Si nos viéramos como nos ve el amigo,
con esa simetría de erizo y de marea,
con esa imprecisión de música que salva,
con esa redención de cobijo si es que llueve.

***

A veces cambia de sitio un entusiasmo
y aún así la entereza se mantiene.
Una mitad de fiesta, otra de espanto,
y la música gigante en nuestro cuarto de jugar.
Qué otra cosa importa.
Así se hace la vida
y es difícil distinguir un mapa del extravío que propaga.
En la amistad está todo cuanto quieres
para no caer un poco más.

***

Cómo será mi vida cuando alguno falte,
cuando yo abrace sus pasos y no quiera marchar.
Cuando no ajuste su huella en mis zapatos.
Cuando alguien hable entonces de cielos por hacer
y viaje yo hasta el centro de ese miedo.
Un día no habrá nada.
Ni si quiera aquello en lo que tanto existí.
El libro abierto, la escritura,
el inhóspito azul y la montaña.
El fuego sin rodeos de pasarlo bien.
Vosotros. Vosotros.
Las terrazas coronadas de cerveza.
La amistad desgobernada que era así.

 

 

Federico García Lorca

Y al mirar qué ves exactamente. Qué crees que ven los muertos cuando la vida vuelca de su parte. Cómo suena una bala por la espalda, una esquirla contra el olivo de tu angustia. Qué ve la nieve si te mira. Qué dicen en verdad las palabras que tú dices, su séquito de escarcha. En tu voz aún suena un hombre que llega de vivir con serena arquitectura, con fuerza deseante. El que trae a los maricas la primicia de la noche, el informe de la orgía, el destilado de los negros en Santiago de Cuba. Y un miedo del tamaño de su bota o su mordisco.

Dónde viven los poetas una vez asesinados, en qué espejo sediento, en qué brasa de olvido, en qué morgue del sol. En tu crimen descubrimos la horma de la historia. Hechizado de amor, callado de pronto, qué ven tus ojos noche arriba, qué teatro sin hacer. Qué traiciones y promesas. Qué agravio de repente. Qué avenida sin pájaros.

Tú que vas pidiendo paso como agosto. Tú que vienes temblando de tanta vida innumerable, sabrás que nada es ya lo que de ti nos dicen. Ni el reino tan hermoso de tu risa. Ni la fiesta del niño vendaval. Ni el hechizo del embajador de las retinas. Yo creo que era otra cosa. Por eso abrazo tu manera de estar solo y tu condena. Tu angustia hecha de gente, pues a favor de los felices nunca crece la verdad. Y cómo desalojas la tristeza del piano. Y cómo se rebela el luto contra ti.

 

 

Normas de urbanidad

Rechazar un país por exceso de sombra.
Rechazar tu país, gran festín de tahúres.

Escribir con los ojos vueltos siempre hacia ti.
Escribir maleante, sin temor, indefenso.

Desear todo aquello que no aloja la vida.
Desear más edad sin desgaste de asombro.

Caminar sospechando del fulgor de las metas.
Caminar muy despacio, tropezar con el cielo.

Aceptar que la noche es origen del día.
Aceptar que ensayamos lo que ya nunca somos.

Ser residuo de ser si escribir ya no basta.
Ser un hombre que nunca apalabra su quiebra.

Amar de ese modo en que occidente se ama.
Amar abrazando lo que odiar lleva dentro.

Saber que la muerte es hora punta del vivo.
Saber que la luz es idioma de todos.

Y en lo más mío de ti sentirme hoy salvado.
Pues sólo en lo incierto somos dueños del mundo.

 

 

Tregua

La vida se concreta mejor en lo pequeño:
la templanza maternal del agua,
el cara o cruz de los viajes que no has hecho,
los árboles que trepas,
el amor que parte en dos
su evidencia y su dominio.

Para vivir no es conveniente dar rodeos
ni buscarle a las preguntas su respuesta en la respuesta.
A veces es mejor confiar en quien no sabe
y aprender de sus cautelas,
como aprende el animal a desapasionarse,
como aceptan las montañas ser final y antes del mundo.

Sabes que hay cosas de ti que no te pertenecen:
ser niño y persignarse,
demonios clamorosos,
la costumbre de besar a los extraños,
la monótona conciencia de la culpa,
alegrarse en carnaval,
creer en dioses.

Pero eres parte de tu siglo, de su bárbaro jolgorio.
Millones de hombres que se matan,
y se agotan en oficios rigurosos,
y hablan entre sí aunque no laten por nadie,
y sólo han aprendido a estar ya solos.
Solos como cuelgan los disfraces.
Solos como dos espejos solos.
Solos como suena el llamarse incluso Antonio.

Por eso que vivir se concreta en lo pequeño.
Ahí donde te miran unos ojos,
donde piensas en alguien y lo salvas;
donde alguien piensa en ti
y da tregua a tu destino sin saberlo.

Top