Lisboa

María Gómez Lara

Lisboa es la cuidad de barcos
que Pessoa hubiera imaginado en la ventana

intuyendo
la vida que no fue
la que no tuvo

asomándose

para ver su reflejo en el cristal
para ver sus anteojos
su sombrero su bigote

y oír todos los nombres que nacieron de su nombre
oírlos enfrentarse disonar estrellarse rechinar

aunque irán caminando en la ciudad
con las estrellas alineadas como él pero eso sí:      que les cayera la sombra en otro ángulo

a cada uno le dio huellas digitales
un tacto una voz una forma de mirar un ascendente

uno de fuego uno de tierra uno de aire uno de agua y tantos más
tantos elementos nuevos que forjaron multitudes

(ensanchándonos así los fundamentos para formarnos

aumentándonos los números que nos multiplican los huesos las rodillas cada una con un círculo distinto con un trazo diferente al rasparse dibujando sus borrones         los codos que se agotan al apoyarse al resistir a su manera        los pies un poco inclinados de tanto sostenernos cada par de su talla irrepetible sus zapatos que le encajan solamente aunque le aprieten de pronto)

Álvaro de Campos ingeniero poeta sensacionista futurista a veces cuando le canta al mar al mar veloz heredero de Whitman que fue Whitman hecho nada
Alberto Caeiro maestro de todos guardador de rebaños pastor que hizo sonetos pastor enamorado
Ricardo Reis que sobrevivió que desafió a la muerte que tal vez sigue aún entre nosotros
Bernardo Soares que inventó el desasosiego
Alexander Search que fue Pessoa en otra lengua
con esa música ajena cantaban sus palabras para llamar la búsqueda

y otros tantos que no alcanzan los nombres las listas las fechas los murales los lugares las cartas astrológicas        las voces diferentes que retumban que murmuran que revientan
que seguirán naciendo sonando disonando con sus formas de callar con gritos mudos

Lisboa con las voces y los versos grabados en las calles

en los bares
en las casas
en las caras de la gente

Lisboa hecha de barcos de saudades

aquí a pleno sol

es esta la nostalgia verdadera no la que crece en invierno
cuando la nieve nos cubre las orejas

hablo de la nostalgia ahora
que mi piel recuerda el sol de mediodía
se alegra se despierta se oscurece otra vez
y soy de nuevo yo después de tanto frío

hablo de la nostalgia ahora
y me repito não sou nada balbuceando en portugués

conjurando a Pessoa que hizo el mundo en negaciones:

diciendo não não nunca nada não
iba fundando de a poco
esta ciudad de barcos

esta tristeza que conmueve porque repite su não porque repite su nunca y da de repente una alegría que luego se retracta se deshace se deshoja

esta belleza tan suya tan sutil que es casi ausencia casi huella a punto de borrarse
del que lo pudo todo y no fue nada
por mirar por la ventana
por comprender el dolor
a fuerza de fingirlo

por conocer el dolor más allá del dolor más allá de sí mismo de los rasgos de su cara

y yo que no tuve nada
y no sé nada
y sólo sé del dolor por la silueta exacta de mis cicatrices
por el ruido justo de mis huesos al quebrarse

yo que ni pude ni fui ni comprendo
lo busco en las esquinas de Lisboa

y me emociona la palabra tabacaria
que para mí no es tienda

sino un hombre asomado en el umbral

un hombre solo
conteniendo el universo

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